Editoriales
Opinión
Por el cambio político o la inviabilidad del país
Urge la búsqueda de consensos básicos, de propuestas concertadas para planificar de una buena vez la salida de esta desgastante endemia política
23 de Mayo de 2021
Desde hace casi ocho décadas, es un lugar común advertir que la persistencia del populismo condena al país a la decadencia. El hecho de que quienes gobiernan hayan desoído sistemáticamente la advertencia sugiere tres hipótesis: una incapacidad asombrosa de aprendizaje individual y colectivo, la existencia de fuertes restricciones políticas (eufemismo para describir la presión de grupos dominantes que se benefician a corto plazo del statu quo) o una combinación de ambas y, la más grave, un fenómeno por el cual configuramos una sociedad que ha ido perdiendo con vistas al futuro el sentido y orientación de su destino como Nación.
Si en el desarrollo de la personalidad humana concurren factores de consideración moral y de superación por el esfuerzo, por el estudio, por el ahorro, ¿por qué habría de ser distinto en el desenvolvimiento de las comunidades nacionales y por qué habría de ser admisible la disipación de recursos, la corrupción en el manejo de los negocios públicos, el desinterés por las razones que fundamentan la prosperidad visible de otras naciones y el desdén por el orden y la disciplina más elementales?
Hay quienes consideran que la Argentina va camino a convertirse en un corto plazo en Estado fallido, colapsado (failed state) o inviable. ¿No lo sienten así quienes dejan de apuro el país para abrirse nuevos horizontes en otras partes del mundo?
Esto ocurre cuando un gobierno pierde el control o el monopolio del uso de la fuerza dentro de su territorio, sufre la gravísima erosión de su autoridad legítima para tomar decisiones, es incapaz de asegurar servicios públicos esenciales –en salud, educación, justicia, defensa– y de interactuar con otros Estados como miembro de pleno derecho de la comunidad internacional.
La ciencia política concibe una categoría previa a la de Estado fallido, que es la de Estado vulnerable. Esta categoría se caracteriza por niveles crecientes de pobreza, venalidad, inflación y cierre de la economía, acompañados por un estancamiento persistente de su desarrollo. A eso se agrega la marcada erosión de la autoridad y el poder del Estado para actuar en la totalidad del territorio en relación con fuerzas desafiantes, como las del narcotráfico o las de quienes usurpan la propiedad pública y privada sin que los gobiernos atinen, u opten voluntariamente, por no reprimirlos con eficiencia inmediata.
Frente a crisis de vigor excepcional un Estado vulnerable puede convertirse en Estado fallido. La crisis del Covid-19 ha afectado a todo el mundo. Desde el punto de vista puramente económico, el impacto fue más fuerte en promedio en los países ricos, pero también la recuperación ha sido en ellos veloz merced a campañas denodadas de vacunación y a paquetes de asistencia gubernamental de magnitud inédita.
La Argentina se ha destacado en ese tiempo por un mediocre desempeño en el área de la salud y el desaire sufrido reiteradas veces por sus autoridades a raíz de la imprudencia de compararse con otros países, a partir de datos no debidamente probados. Sobre ese fondo se han acentuado los rasgos infortunados de la situación económica nacional y proliferado la comisión de errores, incluso de los que ya se registraron en el pasado cercano, como el cierre temporario para la exportación de carnes.
Al menos figurativamente, la evolución de la sociedad argentina en las últimas ocho décadas se parece más a la de las víctimas del Ling Chi o “la muerte de los mil cortes” que a cualquier categoría de la ciencia política. Esta forma de tortura y ejecución fue utilizada en China y otros países del sudeste asiático hasta principios del siglo XX para castigar a quienes cometían crímenes abominables.
El Ling Chi requiere que el verdugo, provisto de un cuchillo bien afilado, corte con precisión minuciosa distintas partes del cuerpo de la víctima durante un período prolongado. Difícil imaginar un castigo más cruel y una muerte más horrenda.
Al igual que las víctimas del Ling Chi, la sociedad argentina ve cómo el populismo va amenguando en sucesivos trozados la vitalidad del conjunto. Sin embargo, parece anestesiada, acaso por la habitualidad en la decadencia, respecto de un empobrecimiento que apenas se palia, lejos de la dignidad del trabajo, con la dádiva de recursos públicos dispensados por una política errática.
Nos negamos a aceptar que la Argentina esté predestinada a la decadencia. Nadie debe callar el llamamiento a reaccionar en las urnas frente a políticas que nos han situado en múltiples rubros –transparencia, inflación, pobreza, niveles básicos de aprendizaje escolar de nuestros adolescentes– en los renglones menos calificados en la comparación internacional.
Nunca es demasiado tarde para corregir tan indeseable rumbo, acentuado desde la malhadada década de los setenta.
Disponemos de recursos humanos de talento, ingenio y habilidades profesionales en múltiples disciplinas. En medicina, en ciencias básicas, en artes, en producción agropecuaria; en fin, en dominio, creatividad e innovación en las tecnologías del conocimiento. Debemos estimularlos en vez de producir el desaliento que confunde e impele a actores de valía a dejar el país.
Los partidos de la oposición mal pueden, ante este estado de cosas, distraerse en conflictos internos. Cabe exigir de ellos que acuerden un programa de gobierno, tan ausente hasta aquí como en el asombroso vacío gubernamental en materia económica al cabo de un año y medio de gestión.
Urge la recreación de una ilusión política confiable en medio de esta anomia que se prolonga hasta la extenuación de los mejores esfuerzos. Urge la búsqueda de consensos básicos, de propuestas concertadas para encontrar la salida a esta endemia política desgastante. No se encontrará la salida de este cuadro con la segmentación de fuerzas, sino en la consolidación de impostergables alianzas que sirvan mucho más que para la competencia electoral: que trasciendan la gobernanza de un país hoy desorientado, para iluminar y animar a la sociedad con nuevas y fructíferas ideas.
Fuente:https://www.lanacion.com.ar/editoriales/por-el-cambio-politico-o-la-inviabilidad-del-pais-nid23052021/
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