El doble filo de la ironía frente al cinismo y a la mala fe
Los dichos de un empresario supermercadista sobre la inflación no deben ser utilizados por la dirigencia política oficialista para desentenderse de su propia responsabilidad en este flagelo.
12 de Junio de 2022
Tal vez la literatura, antes que las necedades de la política, podría explicarnos mejor la controversia producida por las palabras de Federico Braun cuando, en un panel de la Asociación Empresaria Argentina (AEA), dijo días atrás que remarcaba los precios “todos los días”. Braun es cabeza de La Anónima, una gran empresa de 112 años de actividad continua en la Argentina, con miles de empleados, 163 sucursales y presencia en 86 ciudades. El corazón de La Anónima se originó en la Patagonia, pero sus actividades se extendieron luego por muchas otras partes del territorio nacional.
Isidoro Blaisten, escritor popular cuyas colaboraciones eran celebradas por los lectores de este diario, y él mismo personaje inefable, trabajó sobre el humor, y sobre todo, sobre el humor regido por la desmesura. Lo apreciaba por la capacidad insuperable para generar metáforas.
¿No ha sido, acaso, una metáfora la que Braun produjo al contestar la pregunta periodística sobre cómo lidiaba con la inflación? “Remarcando los precios todos los días”, dijo con un claro sentido humorístico.
Rápidamente, desde el oficialismo, con la vicepresidenta Cristina Kirchner a la cabeza, se apuntó contra el empresario supermercadista por el aumento en los precios de los alimentos, Procuró así fogonear su desacertada teoría de que la inflación es producto del supuestamente desmedido afán de lucro de las empresas, traducido en las remarcaciones de precios, y no de la emisión monetaria espuria, derivada del desborde del gasto público y del colosal déficit fiscal. Se trata de un nuevo capítulo del relato populista, que siempre procura echarles a los demás la culpa de los desaguisados propios. Un relato tan hipócrita como demagógico al que se plegó el gobierno de Tierra del Fuego, al anunciar que el Estado provincial dejará de hacer compras en los supermercados de La Anónima.
Volviendo a la polémica que despertó la frase de Braun, cabe preguntarse qué se puede esperar cuando la moneda se evapora en las manos antes de cumplir su cometido.
¿Qué puede hacer una empresa, con costos de transacción inmensos y con miles de empleos en blanco, cuando entre los cientos y cientos de productos que salen de sus locales a la venta, decenas y decenas han llegado antes entre una espiral de aumentos constantes, producidos por esta inflación general incontenible? ¿Cómo subsistir con tasas del 6 por ciento mensual, que se proyectan hacia adelante con un impacto anual entre el 70 y el 100 por ciento?
Bajo la influencia de Borges, Blaisten diseccionaba, al hablar de su propio libro Anticonferencias, la anatomía del papel de los hombres que, en lugar de llorar, a veces ríen. Braun resolvió esta vez reír y lo reiteró así días después, con lo cual las mismas palabras sirvieron para conferir a la espontaneidad de su respuesta inicial, que recibió en el recinto en que habló sostenidos aplausos y carcajadas, un tono más serio. “Ante el estupor que provoca la incomprensible estupidez humana –decía Blaisten–, el humor impone su desmesura”.
Se comprende. Esto ha ocurrido tras años y años de déficit fiscal, de dilapidación exorbitante de los recursos del fisco, de contribuciones impositivas exasperantemente confiscatorias, que aumentan y aumentan. Tras la retahíla inacabable de procesos de corrupción pública, con el país en situación que lo humilla en el mundo, y como consecuencia de todo, la inflación, que arruina más a los pobres que a los ricos, de pronto un empresario ejemplar estalla, desnudándose como ningún otro: “Remarco los precios todos los días”.
El presidente Alberto Fernández y la vicepresidenta, expertos en diferentes desmesuras, como las de jugar irracionalmente con la política exterior y con la independencia del Poder Judicial, simularon escandalizarse. Pura hipocresía. ¿Han hecho algo mejor en la vida que remarcar precios? ¿Han sido más benevolentes por haber deteriorado el ingreso real de los trabajadores, colocado en trance tal a las empresas que muchas han debido abandonar el país, otras han cerrado sus puertas o han sido vendidas, e impulsado a empresarios de toda dimensión a emprender el camino del éxodo a otras partes del mundo?
Acusándolos sin sustento de voracidad, solo alimentan desbordes como los que la Central de los Trabajadores Argentinos (CTA) ya anunció con protestas y boicots a las sucursales de la cadena supermercadista, siempre fogoneando el enfrentamiento.
Mejor habría sido que el Presidente y la vicepresidenta hubieran tomado nota debida de los comentarios de fondo que, después de una respuesta hecha con ánimo de ablandar la circunspección de un foro, Braun, como otros empresarios, analizó las cuestiones que han llevado a este grave curso de la economía y a las dificultades de trabajar y producir sin reglas de juego estables, previsibles y alineadas con los principios de la Constitución Nacional, carente de las cuales ni el capitalismo ni ningún otro sistema funciona.
Si Fernández y Cristina Kirchner pretendieron devaluar el sentido de la ironía, han perdido la partida. Escritores como Blaisten han enseñado que precisamente el humor es, a su manera, una información de ordenamiento del caos. Y el caos no es el ámbito en el que pueda o quiera vivir un empresario con tres hijos universitarios, que estudiaron en facultades argentinas, se perfeccionaron en posgrados fuera del país, y volvieron para sumarse al esfuerzo que neutraliza con obstinación pavorosa la incomprensible ineptitud gubernamental. Su principal responsable es la jefa política del Presidente. Aquí en la Argentina, pese a todo, invierte Braun. Aquí apuesta su familia por el porvenir de sus descendientes.
Lo políticamente incorrecto desconcierta, pero es más saludable suscitar ese desconcierto que acomodarse a las contradicciones de un país con tendencia a barrer la suciedad bajo alfombras.
Se observó alguna cara que se helaba por las palabras de Braun en la reunión de la AEA. Es natural: también se las hubiera observado en academias, en universidades, en ámbitos que han hecho un arte de caminar sobre huevos, de tan cuidadosamente reticentes a pararse de frente ante la prepotencia de los poderes públicos.
El humor es síntoma de grandeza y coraje de espíritu. Lo atestiguó Braun en la jornada de AEA y lo consignó Adolfo Bioy Casares cuando le preguntaron por su libro preferido, en una de esas entrevistas colectivas que periodistas de todas las épocas han hecho a los escritores. “¿Cuál es la mejor obra que ha leído?”. Abundaron entre las contestaciones, como es natural, los nombres de Dante, Shakespeare, Cervantes, Borges, Mann, Proust. Bioy fue quien más sorprendió y lo hizo con palabras inesperadas referidas a un libro memorable. Su elección había sido La conciencia de Zeno, obra profundamente psicológica del gran escritor italiano Italo Svevo, publicada alrededor de 1920. No argumentó sus razones, pero sabemos que Bioy tenía particular debilidad por la ironía inagotable de Svevo. Le resultaba admirable que, antes de partir al otro mundo, hubiera pedido al yerno un cigarrillo, que lo negó. “Sería el último”, susurró Svevo con acierto. Y murió.
Recordados ahora los mecanismos intrínsecos y saludables del humor aun en las situaciones más dramáticas como las que desmenuzaba Blaisten, Braun, y quienes tanto lo comprenden, deberían poder dar por cerrado este capítulo. Sin ignorar que la ironía es también un delicado instrumento de doble filo, en particular cuando entre quienes nos gobiernan solo campean la mala fe y el oportunismo rastrero.
Fuente:https://www.lanacion.com.ar/editoriales/el-doble-filo-de-la-ironia-frente-al-cinismo-y-la-mala-fe-nid12062022/
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