Sunday, February 21, 2021

Opinión-La mula es mula y cuando no patea, recula. por Pablo Sirvén

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 Opinión

 La mula es mula y cuando no patea, recula

 Como en el refrán, el empecinamiento de los gremios docentes cayó por el sentido común

 21 de Febrero de 2021 

 Pablo Sirvén 

 El “vacunatorio vip” del defenestrado Ginés González García opacó la que debió ser la mejor noticia de la semana, del mes y del año: el regreso de los chicos a clase. También el gobierno porteño aportó lo suyo, en una dosis más pequeña, por no haber previsto un mejor sistema virtual de inscripción de los mayores de ochenta años que aspiran a recibir la vacuna contra el Covid. 

Así de rápido pasan las buenas noticias en la Argentina, sepultadas por la andanada de episodios escandalosos, venalidades inconcebibles, discursos progres que esconden decisiones retrógradas y funcionarios inútiles que ignoran hasta lo más elemental de sus tareas, salvo repartir prebendas y favores entre conocidos y familiares.

 En medio de ese lodazal constante y hediondo al que nos tiene acostumbrados a chapotear la política argentina, brilló con luz propia la muy demorada reapertura escalonada de las escuelas, otra “misión imposible” por culpa de la terca sinrazón gremial y militante de la que, insólitamente, tardó varios meses en desengancharse el gobierno nacional. 

Al ministro Nicolás Trotta le tocó llevar la peor parte: pasó primero de quedar atrapado por los caprichos de los gremios docentes dando vueltas sin resolver nada a terminar, por último, sentado a la mesa de Horacio Rodríguez Larreta y Soledad Acuña, cual si fuera la firma de una rendición.

 Es que las encuestas de cualquier tipo le cantaron la justa al presidente Alberto Fernández: nadie con dos dedos de frente quería persistir con la catástrofe educativa que significaba suprimir un segundo año lectivo. Cuando Jorge Bergoglio fue elegido papa, el último gobierno cristinista arrancó enfurruñado y dándole la espalda.

 Pero no tardó más que unas horas en rebobinar y darse cuenta de que era una batalla perdida y se encolumnó tras Francisco, que, por cierto, le devolvió con creces y nunca lo puso en apuros. Pero, en cambio, los sindicatos docentes, mezcla de ultracristinistas con izquierdistas kirchnerizados, incurrieron en una postura suicida al empecinarse en mantener los colegios herméticamente cerrados con la excusa de la pandemia.

 Se pusieron en contra a la mayoría de los padres, chicos y maestros e incurrieron en un elitismo repugnante: ignoraron los efectos demoledores en la infancia y la adolescencia más carenciadas, al exponerlas, con el abandono propuesto, a las peores calamidades sociales que ya sufren. 

Falló el radar y el olfato de que se trata de un clamor transversal, sin distinción de ideologías. ¿Qué hubiese pasado si camioneros, repositores y cajeros de supermercados enarbolaban la misma intransigencia? ¿Acaso no se ponen en riesgo todos los que salen a trabajar de los más diversos oficios? ¿Dónde quedó la “llama sagrada” de la abnegada vocación por enseñar contra viento y marea? 

No vengan con la excusa de la educación remota, que fue casi nula en los sectores más pobres y exigua, entrecortada y de gran padecimiento para padres e hijos aun de clases media y alta, especialmente para la mujer profesional, que se sintió más condenada que el hombre a no moverse de su casa.

 ¿Por qué ignoran las advertencias de Unicef, que habló de “daños irreversibles” si hay ausencia educativa y de la OMS, que señaló que los chicos “no son grandes transmisores del virus”? Nunca se entenderá por qué se complotaron para regalarle a Rodríguez Larreta, iniciador de esta cruzada allá por el mes de agosto, un triunfo tan colosal: pese a que los sindicatos más intransigentes (UTE y Ademys) aseguraron que los padres no iban a mandar a sus hijos a las escuelas, el presentismo el miércoles fue del 89% y el jueves llegó al 90%. 

Sus propias bases, deseosas de volver a ejercer presencialmente su noble oficio, les dieron la espalda: la presencia de los maestros superó el 90% (tener en cuenta que, además, hay un 5% exceptuado por ser personal de riesgo). 

Dato: el paro de 72 horas dispuesto por Ademys (apenas con 1500 afiliados) ni siquiera tuvo efecto en el colegio en el que trabaja su secretario general. Pese a estas evidencias y a la alegría de familias en el regreso con obvios cuidados y protocolos a clases, muchos siguieron porfiando en contra en estos días con lo que ya no tiene vuelta atrás. 

De los 110.000 empleados docentes y no docentes de gestión privada y estatal solo 14.800 pasaron por los tres centros de testeos. Las usinas militantes empezaron a agitar en estas horas otra vez el temor por las supuestas cantidades crecientes de maestros que, de pronto, empezaron a contraer coronavirus (¿en escuelas que habían estado cerradas y que al habilitarse tienen una circulación muchísimo menor que cualquier supermercado? 

¿Y se contagiaron en tres días, sin período de incubación?). Anteayer, por C5N, el relator uruguayo Víctor Hugo Morales hablaba del “apuro grandilocuente” y “demencial” por haber abierto las escuelas. 

Mientras Estados Unidos llevaba adelante la mayor misión de la historia en Marte, los argentinos seguimos empantanados en una discusión zanjada hace dos siglos que primero llenaría de estupor y luego encolerizaría a Domingo Faustino Sarmiento, si pudiera salir de su tumba.

 Fuente:https://www.lanacion.com.ar/opinion/la-mula-es-mula-y-cuando-no-patea-recula-nid21022021/

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