Monday, July 29, 2019

EDITORIAL-Servicio cívico: entre la necesidad y la oportunidad

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EDITORIALES

Servicio cívico: entre la necesidad y la oportunidad

Es necesario hallar una solución seria, consensuada y alejada de las pasiones electorales para la delicada situación de los jóvenes que ni estudian ni trabajan

29 de Julio de 2019

El anuncio oficial referido a la creación del Servicio Cívico Voluntario en Valores, destinado a enseñar oficios a jóvenes de entre 16 y 20 años que no estudian ni trabajan y buscan capacitarse, ha generado una polémica cuyo eje pasa más por la oportunidad del lanzamiento del plan que por la necesidad de hacer algo con esta franja de la población que integran cerca de un millón de personas y que necesita atención prioritaria.

Que haya sido anunciado a poco de iniciarse la campaña electoral lo hace aparecer como parte de una estrategia política, más que como lo que debe ser: una política de Estado.

No se trata de poner en duda aquí si el nombre elegido es el mejor o si son correctos los principios enumerados en la resolución oficial por la que se le dio entidad al Servicio Cívico: la capacitación en valores democráticos y republicanos, el fomento del compromiso personal y para la comunidad, los hábitos responsables, el estímulo a la finalización del ciclo educativo obligatorio y la promoción del desarrollo de habilidades para el trabajo o los oficios, culturales y deportivas. Se trata de analizar si era este el mejor momento para abordar un tema tan importante como delicado y ríspido. En lugar de allanar el camino para arribar a acuerdos, las pasiones electorales llevan a todo lo contrario. En esas circunstancias, aun muchos de los que apoyarían una idea mejorada de ese servicio hoy lo combaten. Otra prueba de nuestra inmadurez política.


¿Ha pecado el Gobierno de inocencia al instalar este asunto en la agenda nacional? Creemos que no. Especialmente, porque no es un tema nuevo. Si se hace un poco de memoria, en 2010, el entonces vicepresidente de la Nación, Julio Cobos, promovió y trabajó fuertemente para que el Senado aprobara un proyecto de una legisladora radical por el que se creaba el Servicio Cívico Militar para capacitar en oficios a jóvenes "en situación de riesgo", de entre 14 y 24 años, en instalaciones de las Fuerzas Armadas. Aquella iniciativa, muy parecida a la actual y que replicaba un servicio similar al que ya funcionaba en Mendoza, provincia natal de Cobos, contó con el apoyo de la UCR y del peronismo federal y fue rechazada por el kirchnerismo, al que la sola palabra "militar" le produce una urticaria que le ha sido siempre funcional a su prédica destructiva de las instituciones.

¿Fue la mejor opción haber puesto en cabeza de la Gendarmería Nacional el manejo de este servicio cívico voluntario en valores? Puede que lo sea. El problema es que no se discutió, entonces no sabemos qué piensan los profesionales más serios en materia educativa del país. Tampoco se analizó abiertamente qué otro tipo de propuestas generar para cubrir la fuerte demanda que plantea esta enorme cantidad de chicos "ni-ni", que ni estudian ni trabajan.

Se habla de una etapa piloto, antes de que el plan comience a regir en su totalidad, y de que, durante ese lapso, "el Ministerio de Seguridad determinará a través de sus áreas competentes la articulación con profesionales, universidades y organizaciones de la sociedad civil que considere adecuados para el acompañamiento y monitoreo del Servicio Cívico Voluntario en Valores", según reza la resolución. ¿Fue adecuado haberlo puesto en la órbita de Seguridad en vez de en la de Educación? La respuesta de muchos entendidos en la materia es que no. ¿Había apuro para hacerlo sin consenso? El sentido común indica que tampoco.


Se acumulan así razones para justificar el amplio debate que la cuestión amerita. Convocando a los distintos sectores interesados, sopesando elementos de juicio, ejercitándonos en el arte del acuerdo sobre el que tanto tenemos que aprender y que, aun siendo la mejor plataforma de despegue para cualquier proyecto, sigue siendo una asignatura pendiente para nuestra clase política y para muchos ciudadanos que no logramos levantar la vista más allá de la rencilla chica.

La situación de los denominados "ni-ni" es sumamente preocupante. En épocas de cimbronazos económicos, ese sector es uno de los que más se resienten. Si muchos trabajadores con experiencia ven dificultada su inserción y permanencia en el mercado laboral, mucho peor viven esa situación quienes ni siquiera han podido tener en él sus primeras experiencias. La acuciante realidad de tantos jóvenes sin horizontes, muchos sumergidos en la marginalidad, interpela duramente a gran parte de una dirigencia adormecida que mira más para atrás que para adelante.

La deserción escolar, la repitencia, la falta de estímulos escolares y tantas otras cuestiones vinculadas con la educación no pueden trasladarse a un segundo plano al considerar a esta franja tan vulnerable de la población. Por otro lado, se estima que de cada diez "ni-ni", siete son mujeres con niños a cargo. Entonces, la pregunta que sigue es: ¿alcanza con hablar de fracaso escolar o estamos frente a un panorama mucho más amplio y complejo, que encierra ausencia de educación sexual para la procreación responsable, fallas en la crianza, bajos niveles de educación para la vida, una pobreza persistente y creciente y una ausencia llamativa del Estado en sectores que resultan claves? ¿Cuál es la mejor respuesta para dar a esos miles de "ni-ni"?

Que el tema preocupa y sobrevuela las distintas administraciones gubernamentales lo confirma el hecho de que en 2014, cuando el kirchnerismo ya llevaba 11 años en el poder, negando la pobreza, la entonces mandataria Cristina Kirchner anunciara un programa de protección social para casi un millón y medio de jóvenes de entre 18 y 24 años "que no estudian, que no tienen trabajo o que teniendo trabajo es informal o que siendo formal no alcanzan a tener el mínimo" necesario para vivir.

Lo llamó Progresar y dijo que tenía su arraigo en otro plan previo -que todavía hoy subsiste-: el de la Asignación Universal por Hijo, que, por cierto, fue una idea primigenia de las entonces diputadas radicales Elisa Carrió y Elisa Carca, allá por los años 90.

Apenas conocido el plan macrista respecto de los "ni-ni", el precandidato a presidente por el kirchnerismo, Alberto Fernández, opinó: "Es mejor que hagan eso antes de que no hagan nada". He allí uno de los principales errores políticos de buena parte de nuestra dirigencia: decir "hagan", delegar responsabilidades de primer orden en los otros.

Si el Servicio Cívico Voluntario hubiera sido producto del más amplio consenso posible para intentar dar una respuesta contundente a un problema de larguísima data que demanda respuestas impostergables, hoy no estaríamos discutiendo solamente la oportunidad, sino también el fondo de la cuestión. Pero lejos estamos de tener el entrenamiento necesario para construir juntos, tan proclives como somos a destruir lo que el otro propone en lugar de lanzarnos a mejorarlo. El pernicioso juego de oficialismo versus oposición que tan bien jugamos y que tan nefastos resultados encierra para el ciudadano de a pie, muchas veces cansado de tanto enfrentamiento estéril que no resuelve su necesidad cotidiana.

Urge pensar en una salida para la situación planteada, sin que la proximidad de las urnas condicione el debate y, menos aún, que lo saque de la agenda pública. Mientras los grandes temas nacionales sean tratados como bandera de un partido o una facción, lejos estaremos de resolverlos. Será mancomunadamente como hemos de afrontarlos, debatirlos y acordarlos, para volverlos auténticas políticas públicas, que trasciendan las administraciones y que nos propulsen de la mejor manera hacia un futuro compartido que nos hermana y nos desafía.


Fuente:https://www.lanacion.com.ar/editoriales/servicio-civico-entre-la-necesidad-y-la-oportunidad-nid2272019

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