SOC/GINT-El sabor de la amistad y El sabor de la amistad II

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                              El sabor de la amistad

Carlos M. Reymundo Roberts

18 DE SEPTIEMBRE DE 2017



Son 20 amigos y se reúnen una vez por mes con dos excusas: rendir tributo a la amistad y a la buena cocina. Conforman un club singular, sin sede física, con autoridades rotativas y sus propias normas y costumbres. Cada comida es organizada por uno de los socios, que hace las veces de anfitrión. Se encarga de todo: el menú, los vinos y licores, el cocinero, la invitación a uno o dos "externos" y los habanos para la tertulia. Con el último bocado llega la evaluación de la mesa, a cara de perro. ¿Cuánta vida puede tener un club tan especial? Bueno, lleva más de 30 años.

Otro grupo de 9 amigos, también con frecuencia mensual, recorre desde hace 8 años bodegones de Buenos Aires. Los más renombrados y los más desconocidos. No eligen platos: le piden al mozo que les haga probar un poco de todo. Después, individualmente, califican el local en cuatro rubros: comida, atención, ambientación y relación precio/calidad. Vuelcan los datos en una planilla de Excel, lo que les permite elegir el "Bodegón del Año".


Visceralmente formales los primeros, descontracturados los segundos, los une la misma esencia: la amistad puede celebrarse de muchas formas, pero qué subyugante es hacerlo en torno de un buen plato de comida.






                El sabor de la amistad II

Carlos M. Reymundo Roberts

25 DE SEPTIEMBRE DE 2017



El lunes pasado se contó acá la historia de dos grupos de amigos que coinciden en que no hay mejor forma de cultivar el vínculo que reunirse en torno de una buena mesa. Uno ya lleva 30 años. El otro, ocho. Ese mismo día, y los siguientes, se reportaron otros grupos, otros clubes gastronómicos, todos congregados bajo idéntico espíritu: la combinación infalible de amistad y alta cocina. Lo interesante es que cada uno tiene sus ritos y costumbres. Por ejemplo, diez amigos que se reúnen ocho veces al año se plantearon que, además de pasarla bien y comer cosas ricas, era una buena oportunidad de cultivarse, enriquecerse. Así, en cada encuentro, uno se encarga de hacer escuchar algún clásico de la música universal, otro lee un cuento corto y otro presenta la biografía de grandes personajes. Pero el hit de la noche siempre es la entrevista que uno de ellos, neurólogo, hace en forma individual a todos los de la mesa, para que hablen sobre sus vidas. El resto no interviene. La consigna es que los tiempos se cumplen a rajatabla, para que aquello no se estire demasiado.

Este catalejo celebra que haya tantas formas de recrear y mantener viva la cultura ancestral de la mesa de amigos, y, por cierto, agradece las invitaciones recibidas.










Fuente:www.lanacion.com.ar