Saturday, April 16, 2016

SOCMD/TECH/COM/GralInt-Abstemios virtuales en la era de las redes sociales

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Abstemios virtuales en la era de las redes sociales


Teddy Mayne, The New York Times,SÁBADO 16 DE ABRIL DE 2016


Recipiente para dispositivos digitales: una estrategia para la desconexión

























Recipiente para dispositivos digitales: una estrategia para la desconexión. Foto:Benjamin Norman / NYT









NUEVA YORK.- En agosto pasado, cuando Ottessa Moshfegh publicó su primera novela, Eileen, lo hizo sin ningún aparato de publicidad online.


La revista Vanity Fair señaló que Moshfegh, de 34 años, representa una anomalía, ya que no tiene ni perfil en las redes sociales ni sitio web propio. De hecho, es muy escasa la información personal que circula sobre Moshfegh, que, salvo por su trabajo de escritora, es una especie de persona "ingoogleable".

Ahora que cunden la preocupación y el disgusto por las cuestiones referidas a la privacidad, el exhibicionismo y otros riesgos ocupacionales de las redes sociales, hay un selecto grupo de usuarios tecnológicos que están siguiendo el ejemplo de Moshfegh. Según el Centro de Investigaciones Pew, el 90% de los norteamericanos adultos de entre 18 y 29 años usaron alguna red social durante 2015, al igual que más del 75% de los adultos de entre 30 y 49 años.


Existe, por lo tanto, una minoría obstinadamente resistente, que no está enfocando sus energías en apenas una o dos cuentas en las redes sociales, como suelen hacer aquellos para quienes todo el asunto de las redes es abrumador o directamente irrelevante. Ese nuevo y selecto grupo está evitando las redes por completo: no comparten la más mínima información personal en la Web.

Una de las principales críticas a las redes es que venden datos de los usuarios a todo comprador interesado. "Lo único que hacen es convertirte en un blanco fácil para todo el mundo", escribió un comentarista con seudónimo en un foro de Reddit que le preguntaba a la gente por qué no tenía página en Facebook. "Todos los servicios que Facebook asegura suministrar yo ya los tengo, y sin necesidad de comprometer mi privacidad, ni la de mis amigos, ni la de mi familia, y sin que se la vendan a cualquiera que pase."


Ante la avalancha de cientos de publicidades online y no online que recibimos a diario, ese parecería ser un asunto menor. Pero hay otros peligros en ciernes, dice Patrick Flanery, cuya próxima novela, I Am No One (Soy nadie), trata explícitamente de la vigilancia online y la recolección de datos personales.

"Estamos revelando datos sobre nuestra ubicación y nuestras relaciones sociales -dice Flanery, de 40 años de edad-. Y eso suponiendo que las corporaciones sólo lo hagan para vendernos cosas, y no que estén moviéndose hacia otro terreno, como convertirse en una especie de gobierno sustituto."

Sobre nuestros hábitos


En cuanto al gobierno genuino y no sustituto, nuestros temores por su intromisión en nuestras vidas -que alcanzó su pico máximo en 2013, tras las revelaciones de Edward Snowden sobre las actividades de vigilancia masiva de la Agencia de Seguridad Nacional de los Estados Unidos- tal vez hayan distraído nuestra atención de la vigilancia corporativa sobre nuestros hábitos en la Web. Estamos tan ocupados pensando que las agencias de inteligencia del gobierno son una versión moderna de la Stasi de Alemania Oriental que hemos dejado de sospechar de Facebook, Twitter y demás empresas, salvo cuando aparecen nuevos datos y noticias sobre su colaboración con el gobierno.

El usuario anónimo de Reddit que utilizó la frase "blanco fácil para todo el mundo" dejó entrever otro problema que excede la vigilancia orwelliana: actualmente, todos somos el Gran Hermano de los demás. Las cuentas en las redes sociales nos dejan aún más expuestos a los ?hackers o inclusive al escarnio público mundial, ante el más mínimo paso en falso.

Pero incluso más allá de esos peligros evidentes, a algunas personas les sigue incomodando exponer su identidad en el mundo digital. Una vez que nuestros datos están online, ya no nos pertenecen completamente. Sujeta a respuestas y comentarios, la información que generamos va a parar al gran crisol de Internet.

Flanery, que abrió su cuenta de Facebook en 2007 pero actualmente sólo conserva una página pública, dice que al principio no le preocupaba lo que posteaba, porque era muy criterioso a la hora de aceptar amigos nuevos. Pero a medida que su red de contactos se expandió, surgieron las dudas. "Posteaba y comentaba libremente, como si estuviese hablando con mis mejores amigos -cuenta Flanery-. Pero poco a poco empecé a darme cuenta de que mis comentarios eran compartidos en las páginas de otros, sobre las que yo no tenía control alguno."

No sólo la información puede circular más allá de sus destinatarios originales, sino que para personas como Isabel Howe, de 33 años y directora ejecutiva de Authors League Fund de Nueva York, el enfoque de "talle único" que imprimen las redes sociales resulta inadecuado para sus personalidades individuales.

"No me considero una persona especialmente reservada -opina Howe-. Pero sí quiero tener la libertad de variar mi nivel de exposición pública en función de las circunstancias."

Por supuesto que uno siempre puede activar las "medidas de privacidad", o crear cuentas alternativas para relaciones específicas (para excluir, por ejemplo, a los compañeros de trabajo), o simplemente no postear nada y limitarse a "chusmear". Pero termina siendo un incordio y ni siquiera es del todo seguro, porque siempre habrá algún otro usuario que pueda etiquetarnos o referirse a nuestro avatar de una forma que nos haga sentir invadidos, y sin necesidad de revelar nuestro nombre.

"Había empezado a odiar a todo el mundo", confesó al ser entrevistada por teléfono Ottessa Moshfegh, que decidió cerrar sus cuentas de Facebook y Twitter antes de la salida de su libro.

"No creo que nadie quede bien parado en las redes sociales -plantea por su parte Moshfegh-. A mí me hacía sentir mal, como si hubiese un modo de vivir que me era ajeno. Odiaba eso, sentía que iba a terminar matando a alguien."

Y lo que más la irritaba era ese constante deseo de reconocimiento de todo el mundo. "Es como que todo el mundo quiere ser una celebridad -sostiene Moshfegh-. No bien alguien empezaba a saber quién era yo, estar en Facebook se me hacía increíblemente cursi."

Hay que decir, de todos modos, que Moshfegh contó con la ventaja de un equipo profesional para publicitar su libro. Lo mismo pasa con George Clooney, que puede darse el lujo de despotricar contra las redes sociales porque no tiene nada que ganar y mucho que perder con ellas. Pero ya sea para un escritor novel, un emprendedor, o cualquiera que está dando los primeros pasos en su carrera, evitar las redes implica un verdadero riesgo.

Moshfegh dice, sin embargo, que el hecho de ser muy activo en las redes sociales también está plagado de trampas. "Recuerdo que solía buscar mi nombre en Twitter para ver lo que la gente decía de mí, y que cada tanto encontraba algún comentario negativo que me molestaba de verdad."

De hecho, no participar de las redes sociales puede ser provechoso a la hora de consolidarse como marca propia, en especial para los artistas.

Mientras que la gran mayoría se hace autobombo en las redes, reparte falsos halagos hacia sus colegas con la esperanza de recibirlos también a cambio y repostea comentarios maliciosos durante las entregas de premios, la persona que se queda offline se rodea de un halo de misterio y sus intenciones son mejor valoradas: se convierte más en un objeto de fascinación que en un sujeto propenso a la autoglorificación. Vaya uno a saber cómo pasan su tiempo. Seguro que están trabajando hasta la madrugada en algo trascendente y revolucionario. Cosas como ésas son las que deja entrever su ausencia en las redes.

Porque alcanza con postear algo en Twitter para que todos sepan lo que estamos haciendo en ese momento: mirando ociosamente la pantalla, a la pesca de que alguien nos preste atención.

Traducción de Jaime Arrambide





Fuente: www.lanacion.com.ar

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