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SOCIEDAD
Así se propaga un virus en un avión
31 de marzo de 2018
El 25 de abril de 2009, la Organización Mundial de la Salud (OMS) alertaba de un brote en México de lo que entonces llamaron gripe porcina y pedía medidas para evitar su expansión internacional. Lo que no sabían entonces las autoridades sanitarias es que el virus (la gripe A H1N1) ya había llegado hasta Auckland, en Nueva Zelanda, a bordo de un avión. Ahora, un estudio ha modelado el riesgo que existe de que una enfermedad infecciosa se propague durante un vuelo. Aunque es baja, la probabilidad de infección aumenta cuanto más cerca del primer infectado o si este es un miembro de la tripulación.
Horas antes de que la OMS lanzara su alerta sobre la nueva gripe, había aterrizado en el aeropuerto de Auckland un Boeing 747 procedente de San Diego (EE UU). Entre sus casi 400 pasajeros regresaban una veintena de estudiantes que habían estado en el norte de México. nueve de ellos subieron al avión ya enfermos. Trece horas más tarde, otras cinco personas, bajaron enfermas del avión. En las siguientes semanas, más de 1.000 personas tuvieron que ser hospitalizadas y durante toda la pandemia, murieron 49 neozelandeses. Al acabar 2009, el 18% de la población de Nueva Zelanda habÍa estado expuesta al virus, es decir, llevaban anticuerpos contra esa cepa del H1N1.
No hay manera de saber si, en esos días, solo aquellos estudiantes llevaron la nueva gripe a Nueva Zelanda, pero sí "fueron los primeros casos de gripe pandémica conocidos en Nueva Zelanda", cuenta en un correo el epidemiólogo de la Universidad de Otago (Nueva Zelanda), Michael Baker. "Fueron detectados el 25 de abril de 2009, el mismo día en que la OMS declaró que el brote de la nueva pandemia A/H1N1 era una emergencia de salud pública de importancia internacional", añade.
Baker pudo hacer el seguimiento de los chicos y a un centenar de personas que se sentaron con ellos en la parte posterior del avión. Aquel seguimiento permitió comprobar que los pasajeros que se infectaron durante el vuelo estaban a no más dos filas de distancia de alguno de los estudiantes enfermos, ya fuera hacia adelante, hacia atrás o a los laterales. "La pandemia nos ofreció una oportunidad única para investigar el riesgo de transmisión de la gripe durante un vuelo. Al tratarse de un virus completamente nuevo en Nueva Zelanda, sabíamos que el único punto del que podía venir era de otros pasajeros de ese vuelo", escribía entonces el epidemiólogo neozelandés. "Tranquiliza saber que fueron pocas infecciones y solo se produjeron entre pasajeros que estaban cerca de las personas infectadas. Lo que sugiere que la transmisión se produjo más por gotitas expulsadas al toser o estornudar que mediante minúsculos aerosoles dispersados a través del sistema de aire acondicionado del avión", añade.
Esta cercanía a los primeros infectados se conoce con la norma de las dos filas y ha sido comprobada en otros casos de infecciones en vuelo. Incluso la OMS y las autoridades de aviación civil la incluyen en sus guías para examinar y controlar a los pasajeros en caso de alertas de epidemia. Sin embargo, un grupo de matemáticos y sanitarios acaban de confirmar la norma pero con matices. Además de la posición en la que los pasajeros estaban sentados, hay que tener en cuenta todos sus movimientos y los de los tripulantes de cabina.
En el mayor experimento hecho hasta ahora sobre la posible propagación de virus en vuelo, los investigadores realizaron una decena de vuelos en aviones de línea regular. Partiendo desde Atlanta (EE UU), viajaron hasta varios destinos de la costa oeste de EE UU, San Diego, Los Ángeles, San Francisco o Portland, en viajes de ida y vuelta. En cada vuelo anotaron cada movimiento que hacían los pasajeros, si se levantaban a coger algo del portaequipajes, si iban al baño, si tocaban con sus manos el respaldo de los asientos...
"Las enfermedades respiratorias se propagan a menudo en las poblaciones mediante el contacto cercano", recuerda la profesora en la escuela de enfermería de la Universidad de Emory (EE UU) y principal autora del estudio, Vicky Hertzberg. "Queríamos determinar el número y duración de los contactos sociales entre pasajeros y tripulación", añade.
Lo que han encontrado, publicado en la revista PNAS, es que, de los 1.540 pasajeros controlados, un 38% no se levantó de su asiento en todo el vuelo, otro 38% lo hizo una vez, un 13% dos veces y un 11% más de dos. De media, pasaron 5:25 minutos en movimiento. El destino principal de sus ideas y venidas fue el baño. También comprobaron que hay una relación entre la ubicación del asiento y la probabilidad de levantarse, lo que parece lógico: alrededor del 80% de los que tenían asiento de pasillo se levantaron, el 60% de los de en medio y solo cuatro de cada diez de los que se habían pedido ventanilla.
Aunque no era el primer objetivo de la investigación, los autores del estudio tomaron muestras de aire y de puntos clave de la cabina, como reposabrazos, mesitas plegables o la puerta del baño. A pesar de que la mayoría de los vuelos se produjeron en plena temporada de gripe, no detectaron ningún caso de infección y tampoco la presencia de alguno de los 18 tipos de virus respiratorios que buscaron en las muestras.
Basados en los patrones de conducta, los investigadores estimaron la probabilidad de contagio si uno de los pasajeros (situado virtualmente en el asiento 14 C) o un tripulante subieran al avión con gripe u otro virus respiratorio. Estimaron que la probabilidad de que un pasajero cualquiera se contagiara durante el vuelo era muy baja, cercana al 3%. Sin embargo, el porcentaje sube hasta el 80% si tenemos la mala pata de estar sentados una fila delante o detrás o a dos asientos laterales. La posición pierde fuerza como factor de riesgo si el primer infectado es un miembro de la tripulación. En ese caso, la clave es la cercanía con el tripulante, que puede infectar hasta a 4,6 personas por vuelo.
"Los patrones de movimiento son esenciales y se producen miles de contactos cercanos", comenta el profesor de matemáticas de Georgia Tech (EE UU) y coautor del estudio, Howard Weiss. "Sin embargo, la cantidad total de tiempo que un pasajero sano pasa dentro del rango de un metro de un pasajero infectado es pequeña si no estás sentado a un metro de él", añade.
Los autores del estudio reconocen algunas limitaciones que podrían rebajar sus resultados. Por un lado, no hicieron el estudio con un enfermo confirmado ya en cada vuelo. Además, los vuelos duraron entre tres y cinco horas y media. La cosa cambiaría en un vuelo intercontinental. Pero el mayor problema es que hay virus que se transmiten sin necesidad de toser, por el aire y no es sencillo modelar el movimiento del aire dentro de una cabina durante un vuelo de varias horas. Todas estas limitaciones debilitan la ley de las dos filas.
Una peligrosa excepción a esa norma se produjo en junio de 2005. Un surfista brasileño que regresaba de una competición en las olas de Maldivas lo hizo infectado de sarampión, virus del que no estaba vacunado. Hasta llegar a casa y durante el periodo de incubación y capacidad de contagio tomó cinco aviones. Hasta seis personas con las que viajó acabaron infectadas. En uno de los vuelos, contagió a un adulto y a un niño, ambos no vacunados. Lo llamativo del caso es que ninguno de ellos cumplía la norma de las dos filas, se encontraban sentados más allá. Aunque la vacunación generalizada impidió que el brote fuera a más, unas 72.000 personas tuvieron que ser vacunadas en Brasil.
" Determinadas infecciones son más fáciles de transmitir que otras. Por ejemplo, el sarampión es muy contagioso y muchas personas podrían infectarse en el avión si no están vacunadas y hay alguien con sarampión en el mismo vuelo", comenta el experto en enfermedades contagiosas del Instituto de Investigación del Hospital General de Toronto (Canadá), Isaac Bogoch, que ha estudiado desde los riesgos de propagación de la peste desde Madagascar hasta la eficacia de los controles aplicados en los aeropuertos durante la epidemia de Ébola de 2014. "Existe el riesgo de infección del virus Ébola pero tendrían que tener un contacto muy cercano con el pasajero enfermo", recuerda. Son riesgos que hay que determinar. No en vano, son más de 3.000 millones de personas las que suben a un avión cada año.
Fuente:www.lanacion.com.ar
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