Saturday, July 20, 2019

EDITORIAL-La otra cara del peligro

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EDITORIALES

La otra cara del peligro

Debemos velar porque nuestra intimidad y la información que nos pertenece no sea invadida ni hackeada, y proteger especialmente la de los menores de edad


Preservar la identidad de los niños resulta clave frente a las amenazas que plantea el universo digital Crédito: Shutterstock

20 de Julio de 2019

Como medio gráfico de comunicación, respetamos la norma legal que prohíbe exhibir las caras de menores de edad, obligándonos a lo que en la jerga se llama "blurrear" o "pixelar" sus facciones -anglicismos adoptados por estas latitudes- o a solicitar autorización del tutor para exponerlas.

En esta época no debería sorprender que ese mismo rostro, ya sin pixelado alguno, pueda alcanzar cientos de vistas en las redes sociales por decisión de los propios padres. Incluso con el menor de cuerpo completo, desprovisto de ropas, en alguna pose que se considere "graciosa".

Con datos de diez países desarrollados, la empresa AVG de seguridad reporta que tres de cada cuatro menores de dos años tienen fotos subidas a la web por sus mayores. Numéricamente, las que con mayor frecuencia se comparten corresponden a chicos de menos de 6 años. Monerías, sonrisas, pucheros, los niños suscitan simpatías y emociones profundas. ¿Cómo no compartir entonces esas tiernas imágenes?

Los padres son quienes más y mejor deberían velar por la seguridad de sus hijos. Ante las amenazas que plantea el universo digital, las recomendaciones nunca son excesivas: no exponer una localización física o lugares visitados con frecuencia a criminales o pervertidos, pero tampoco material que permita capturas de imágenes a los fines de suplantar una identidad, acosar con cyberbullying o simular un peligro y reclamar un rescate.

No menos importante resulta respetar la opinión del menor cuando no haya brindado su aprobación para subir una imagen si ya está en edad de expresarse y puede sentirse, por ejemplo, avergonzado. Esto sin embarcarnos a considerar los enfrentamientos entre padres separados por las fotos que uno u otro publique de los niños en común ni el rédito económico que puede reportar para un influencer exhibirse con su hijo. Descansar en las políticas de privacidad de una red no alcanza. En Francia, los padres pueden ser multados hasta con 45.000 euros por publicar fotos íntimas de un hijo sin su consentimiento.

Mucho ruido viene haciendo también FaceApp, una aplicación de origen ruso disponible desde 2017, con récord de bajadas tanto en nuestro país como en muchos otros. Escanea rostros y permite modificarlos en segundos, haciéndolos más jóvenes, más viejos, masculinizados o afeminados, agregando un divertido bigote, anteojos o un flequillo. Las redes sociales han estallado con fotos de personajes famosos envejecidos, que se volvieron virales. Los usuarios proveen así muchísima información personal, sin tener la más remota idea de qué implicancias podría tener esto en el futuro. La gratuidad lo torna sospechoso. La privacidad ha de ser siempre una prioridad y la protección de los datos no puede descuidarse.

El gobierno de la ciudad ha instrumentado recientemente un servicio de detección de rostros con el objetivo de identificar a delincuentes prófugos. Se trata de 300 cámaras de videovigilancia instaladas en lugares públicos. Casi 10.000 de los más de 40.000 prófugos han vuelto así a la cárcel.

Las imágenes faciales constituyen datos sensibles al igual que otros que tendemos a proteger más, como fecha de nacimiento o información sobre cuentas bancarias o tarjetas de crédito. Como en tantos otros casos, las aplicaciones digitales que utilizamos no aclaran qué uso darán a la información que proveemos o que simplemente se desprende de nuestro perfil en una red social. No se trata solo de un divertido entretenimiento si la laxitud de la licencia no aclara qué ocurre con la información cuando dejamos de utilizar el servicio. En el caso de FaceApp se menciona que en caso de venta del negocio, uno consiente también que nuestra información sea traspasada.

El reconocimiento facial se vuelve rápidamente uno de los elementos claves asociados a la identidad digital; la voz es otro. Avatares digitales de nosotros mismos o de nuestros hijos pueden circular para diversos usos. Deepfakes o (ultrafalsos), esto es, videomontajes manipulados, amenazan no solo las democracias o la seguridad de una nación, pueden por igual humillar a alguien usando su imagen para videos pornográficos o para un discurso político falso, por ejemplo. Otra herramienta digital, Face2Face, produce secuencias de video y audio cuyo armado falso parece imposible de detectar para los neófitos.

Tal vez debamos volver a creer solo aquello que vemos presencialmente o que nos llega de una fuente de absoluta confianza. Hemos de aprender cosas que no sabíamos y hacernos preguntas que antes no nos hacíamos. Los cambios a los que asistiremos seguirán sorprendiéndonos. En la aldea global, deberemos seguir velando por no ver invadida o hackeada nuestra intimidad ni la información que nos pertenece. Anticiparnos al futuro, sin paranoias, demanda un mayor nivel de conciencia respecto de los riesgos en los que inocentemente podemos incurrir.


Fuente:https://www.lanacion.com.ar/editoriales/la-otra-cara-del-peligro-nid2269465

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