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Para no soltarle la mano al ministro, familiares afuera
Joaquín Morales Solá
LA NACION
31 de enero de 2018
Podrá decirse que las recientes medidas sobre los funcionarios del gobierno nacional y sus familiares tienen más sentido político que económico. Es cierto. Y podrá agregarse que la decisión es tardía y que responde a la necesidad de resguardar al ministro de Trabajo, Jorge Triaca, vapuleado por el conflicto con su empleada doméstica. También es cierto. Ninguna de esas aseveraciones opaca, sin embargo, las comprobaciones sobre la cantidad de ministros con familiares en el gobierno nacional. O sobre la cantidad de familiares de ministros que percibían salarios del gobierno nacional. Para peor, muchos de ellos se ofendieron y enojaron por la decisión del Presidente, que consideraron espasmódica por responder solo a la necesidad de zafar del problema de Triaca, según consignó ayer LA NACION.
Fue al revés. El Presidente fue demasiado generoso cuando señaló que tal vez la administración debería prescindir de valiosos colaboradores que son familiares de ministros. No hay datos ni hechos para discutir el valor de esos funcionarios (¿qué concursos ganaron?, ¿qué cosas hicieron?), pero lo cierto es que una contribución idéntica -o mejor- podrían haber aportado muchos argentinos que no tienen lazos de sangre con la nomenclatura. Extraña, sí, que en un gobierno que levantó la vara de la transparencia hayan existido tantos nichos de nepotismo explícito.
Fuente: LA NACION
Un ministro nombró a su hijo jefe de su propio gabinete. Otro ministro designó (o hizo designar) en la administración nacional a su esposa, a su padre y a su tío. Otro registró como funcionarios a su esposa y a sus dos hermanas. Son solo ejemplos, porque hay hechos tan graves como esos que no se conocen porque no revistan en el gobierno federal.
Al regreso de su gira europea, el Presidente advirtió que se le había terminado ese paréntesis de placidez entre aplausos y elogios en el exterior. Aquí debía hacer algo para dejar atrás el asunto Triaca sin soltarle la mano a Triaca. No hay un interlocutor mejor con el sindicalismo que el actual ministro de Trabajo, quien conoce a los dueños de los gremios desde que era un niño. Los vio frecuentar su casa paterna y sabe de sus fortalezas y de sus debilidades. No existe en Pro ni en el radicalismo ni en la Coalición Cívica un dirigente con esos antecedentes para hablar con los gremios. Justo cuando los sindicatos están divididos entre dialoguistas y rupturistas, y cuando se avecinan las paritarias más difíciles de la era Macri.
Pero Triaca cometió un error con su empleada, sobre todo cuando la designó en la intervención del SOMU, el gremio de Enrique Omar "Caballo" Suárez, preso por integrar una presunta asociación ilícita.
Triaca reconoció el error, pero otra vez las designaciones del Gobierno fueron el lado vulnerable del Gobierno. Y Triaca no se podía ir. Macri decidió saltar sobre la coyuntura para colocar el debate sobre los familiares de los ministros. Intentó, así, sacar la discusión de lo que hizo o no hizo el ministro de Trabajo, de la inflación y de la rebelión de un sector sindical. Al final, se le deberá un favor a Triaca, porque gracias a él se conoció la cantidad de familiares de ministros que fueron contratados por el gobierno nacional. Y que ahora volverán a casa.
Quizás el aspecto realmente controvertido de las decisiones de Macri sobre los funcionarios es el que congelará los salarios durante este año. Es una decisión efectista, más aún cuando se sabe que los aumentos en el Estado no superarán el 15 por ciento. ¿Qué persona capaz estaría en condiciones de dejar la actividad privada para enrolarse en el Estado en semejantes condiciones? ¿Por qué no pagarles a los funcionarios lo que les corresponde, pero siempre que hayan llegado a sus puestos por un concurso o por antecedentes?
El peor remedio para los problemas del Estado es pagarles mal a sus funcionarios. Tarde o temprano, solo quedarán los corruptos, que son los únicos que no necesitan salarios para vivir.
La tercera decisión (reducir en un 25 por ciento el plantel de funcionarios nacionales) es un regreso al día en que Macri asumió; desde entonces la planta de funcionarios políticos se aumentó en ese porcentaje más o menos. Con todo, no debe desdeñarse el hecho de que el Presidente haya aceptado implícitamente que fue un error ese incremento de personal.
Tampoco se debería caer en una caza de brujas. No se debería, en síntesis, juzgar todos los casos como los de los familiares de los ministros. Está, por ejemplo, el caso del juez Carlos Mahiques, miembro de la Cámara Federal de Casación Penal, el máximo tribunal penal del país. Uno de sus hijos, Ignacio Mahiques, es fiscal federal, cargo que ganó por concurso antes de que su padre fuera juez de Casación. El fiscal Mahiques escribió, junto con su colega Gerardo Pollicita, el dictamen más preciso y descriptivo de la corrupción con la obra pública durante el largo reinado del kirchnerismo. Ese dictamen les valió el procesamiento (y el próximo juicio oral) a Cristina Kirchner, a Julio De Vido y a Lázaro Báez, entre otros.
Otro hijo del juez, Juan Bautista Mahiques, es un miembro del Poder Ejecutivo, no del Judicial, designado por el ministro de Justicia, Germán Garavano, como subsecretario de su cartera. Juan Bautista Mahiques es también representante del Poder Ejecutivo en el Consejo de la Magistratura. El padre no tuvo relación con los cargos que ahora tienen sus dos hijos.
Párrafo aparte merece la hipocresía del cristinismo que salió espantado a criticar la decisión de Macri y también la presencia en el Gobierno de familiares de los ministros. El peronismo llegó a cotas inéditas de nepotismo en la administración del Estado como para escandalizarse ahora por lo que sucede con los ministros de Macri.
En un largo período del menemismo, de 1991 a 1995, Carlos Menem controló la cabeza de los tres poderes del Estado. Su hermano, Eduardo Menem, era el presidente provisional del Senado y vicepresidente de hecho de la Nación después de la renuncia de Eduardo Duhalde. Su viejo socio en el estudio jurídico riojano Julio Nazareno era, al mismo tiempo, el presidente de la Corte Suprema de Justicia, cargo que retuvo hasta el final del mandato de Menem.
Un primo de Néstor Kirchner, Carlos Kirchner, está preso por robo al Estado. Una sobrina de Cristina Kirchner, Romina Mercado, trabajaba en el Banco Nación, pero fue trasladada a la Procuración del Tesoro. Al mismo tiempo, consiguió un puesto importante en el holding de Cristóbal López, a quien supuestamente debía investigar desde la Procuración. Otra sobrina de Cristina, Natalia Mercado, es fiscal en El Calafate, cargo que usó para enterrar varios expedientes contra la familia Kirchner. Las dos sobrinas Mercado son hijas de la actual gobernadora de Santa Cruz, Alicia Kirchner.
El problema de Macri es que la sociedad reacciona de una manera con el peronismo y de otra, menos permisiva, con los no peronistas. Al peronismo le otorga márgenes de arbitrariedad (y hasta de escándalos) que no les da a los gobiernos que no son peronistas. Más allá de esos límites cambiantes e inexplicables para las ciencias sociales, lo cierto es que el sistema político no está en condiciones de tolerar más discrecionalidad en el manejo del Estado. Percibir ese punto de inflexión en la tolerancia social es el desafío del macrismo si aspira a contar con un destino político.
Fuente:www.lanacion.com.ar
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