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Un paso en falso para una transición ordenada
La primera reunión entre Cristina Kirchner y Mauricio Macri distó de ser un buen ejemplo de cooperación por parte de la primera mandataria
26 DE NOVIEMBRE DE 2015
En cualquier república moderna, la transición entre dos presidentes debe constituir un ejemplo de convivencia democrática, caracterizado por la cooperación y el diálogo. Por lo visto hasta ahora, el traspaso del poder de Cristina Fernández de Kirchner a Mauricio Macri distará de serlo.
La primera mandataria desperdició anteanoche una magnífica oportunidad para brindar una señal de mancomunión a los argentinos y de previsibilidad al mundo entero, al no reparar en las más mínimas normas de civilidad, durante el fugaz encuentro que mantuvo con quien será su sucesor en la quinta presidencial de Olivos.
Apenas veinte minutos duró una reunión que, al decir de Macri, "no valió la pena", en tanto sólo se habló de formalidades vinculadas con el acto de traspaso del mando. Más grave aún es que, según lo expresado por el presidente electo, la jefa del Estado indicara que sus ministros sólo estarán a disposición de los futuros miembros del gabinete nominados por Macri después de la transmisión del poder, que tendrá lugar el 10 de diciembre.
El encuentro de Olivos era una ocasión perfecta para que la presidenta en ejercicio y el presidente electo testimoniaran en una foto, juntos, sus mutuas promesas de colaboración en esta transición. Pero no sólo no hubo ningún registro fotográfico del cónclave, sino que se le negó a Macri la posibilidad de brindar una conferencia de prensa en una sala de la residencia presidencial. El actual jefe de gobierno de la ciudad de Buenos Aires debió salir de Olivos por una puerta trasera en medio de un tumulto que tornó inviable el diálogo con los periodistas apostados en el lugar. Fue una escena penosa e indigna, que más que inmerecida para el futuro mandatario de todos los argentinos es degradante para la investidura presidencial y para la propia ciudadanía, que lo menos que puede esperar tras el veredicto de las urnas es un marco de respeto y buenos modales.
Evidentemente, en la presidenta de la Nación no ha cundido el excelente ejemplo que dos años atrás protagonizaron sus pares chilenos Sebastián Piñera y Michelle Bachelet, cuando ésta ganó las últimas elecciones presidenciales de su país y fue convocada por su antecesor a un encuentro donde, delante de las cámaras de televisión, se prodigaron elogios, al tiempo que Piñera comprometió una actitud constructiva, que justificó al decir: "Después de todo, más allá de nuestras diferencias, todos queremos lo mismo, lo mejor para Chile".
Afortunadamente, no hay que ir demasiado lejos para hallar buenos ejemplos de transición en democracia. En junio pasado, inmediatamente después de los comicios de gobernador en Mendoza, el mandatario electo, el radical Alfredo Cornejo, fue invitado por el gobernador Francisco "Paco" Pérez, de extracción peronista, a un desayuno con el fin de iniciar el proceso de transmisión del mando.
La misma situación de cooperación parecería estar dándose entre el gobernador bonaerense, Daniel Scioli, y su sucesora, María Eugenia Vidal, quien tras el encuentro mantenido ayer entre ambos se mostró conforme y anunció que podrían producirse más reuniones similares, incluso después de su asunción. En el mismo sentido, un día antes el ministro de Seguridad provincial, Alejandro Granados, participó de un acto con el dirigente macrista Cristian Ritondo, quien lo reemplazará en ese puesto cuando asuma la nueva administración. El problema de la inseguridad es, por lejos, la mayor preocupación de los bonaerenses, por lo que el citado encuentro podría ser un primer paso para que, en algún momento, la dirigencia política advierta la necesidad de diseñar una auténtica política de Estado tendiente a enfrentar ese flagelo.
La sociedad argentina tiene derecho a esperar una transición presidencial que deje de lado la crispación, el ensañamiento y los malos modales que han caracterizado la gestión nacional kirchnerista. La tolerancia y el diálogo deben imponerse sobre el desprecio y la descalificación del adversario, al tiempo que la cultura del encuentro debe empezar a suceder a la nefasta cultura de la confrontación.
Lamentablemente, la primera y tan esperada reunión mantenida por la jefa del Estado y quien la sucederá distó de ser una buena señal frente a los enormes problemas que heredará el próximo gobierno nacional. En particular, a partir de un déficit fiscal récord y de la incertidumbre en torno de las verdaderas reservas disponibles en las arcas del Banco Central.
En la víspera, durante un acto público realizado en El Palomar, Cristina Kirchner, tras las críticas que mereció por los escasos avances registrados en su encuentro con Macri, aseguró: "Jamás se nos ocurriría hacer algo que dañara la gobernabilidad y la convivencia de los argentinos".
Es de esperar que esas palabras se transformen rápidamente en hechos concretos, que coloquen a la Argentina en la senda del diálogo, del esfuerzo compartido y de la previsibilidad, tan necesaria en estos momentos para dejar atrás el estancamiento económico de los últimos años y potenciar las posibilidades de crecimiento del país.
Fuente: www.lanacion.com.ar
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