Wednesday, September 28, 2016

GralInt-Nacer y morir pobre en la Argentina

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Nacer y morir pobre en la Argentina

Análisis
A diferencia de los países del Primer Mundo, en América Latina las postergaciones son históricas y estructurales.

En 2004, por una invitación del Instituto Goethe y la embajada de Alemana en Buenos Aires, tuve la posibilidad de viajar dos semanas a Berlín y una extra a un popurrí de localidades germanas. A grossomodo, las autoridades de ese país querían mostrarle a un grupo de periodistas latinoamericanos la (supuesta) "crisis" que se estaba viviendo allí. Pasaron 12 años, pero cada vez que surge la polémica por los índices de pobreza, no encuentro mejor explicación periodística que recordar aquel viaje.
En 21 días de recorridas inolvidables, larguísimas, de parar y convivir con gente del lugar, de pasear por la zona occidental y la oriental, de caminar de noche, de tomar transporte público, lo que más se asemejó a la idea de pobreza que tenemos acá fueron un par de pordioseros en una estación de tren. Borrachos recostados en un banco. Que aún hoy, con las deformaciones que provoca el tiempo, los identifico más como dos clase media venidos a menos que como pobres auténticos. 
En ese viaje terminé de comprender algo que puede parecer obvio, pero que se internaliza cuando uno lo transcurre en vivo. Se lo explicábamos con mis compañeros de viaje -de Uruguay, de Chile, de República Dominicana, de Costa Rica...- a las gentiles guías/profesoras que nos acompañaban a toda hora: "La diferencia es que en América Latina, hay gente que nace y muere pobre. Miles. De generación en generación. El abuelo, el hijo, el nieto. Eso acá, en el primer mundo, no existe". Rematábamos con resentimiento: "Eso ustedes no lo entienden".
Al menos en ese momento, la "crisis" en Berlín era otra cosa. La xenofobia, algún brote neonazi entre los jóvenes, la decepción de los ex comunistas por un bienestar que la caída del muro no les había dado. Pero, ¿hambre? ¿pobreza en serio? No.
El mapa de esa realidad social, o al menos un pantallazo grueso, lo terminé de redondear con otro viaje. Esta vez a Río de Janeiro. Partí desde el lugar exactamente opuesto. Iba invitado a ver cómo se habían pacificado las favelas y llegaba con la carga de amigos fanáticos de Brasil y embelesados con la (supuesta) revolución de Lula.
"No sabés lo que mejoró Río, no la vas a conocer", me decían. "No lo voy a saber y la voy a conocer porque no fui nunca", les contestaba. Más allá del chiste, me habían contagiado algo de emoción. Error de principiante. Ya el tramo desde el aeropuerto al hotel, con una hilera interminable de favelas a los costados, me shockeó. Había más villas que en Buenos Aires. "Lo que sería antes de Lula", pensé.
Ya en Copacabana (¿la rambla de Mar del Plata ampliada?), admito, sí, que me entusiasmé con playas bien cuidadas y rigurosos bares en todos los paradores. Hasta que llegó el momento de ir a la favela pacificada. Ahí el golpe de realidad sería contundente.
La visita era a uno de los asentamientos ("Trabajaras / Cabritos") intervenido por un ya famoso secretario de Seguridad de Río.El plan, que se repetía en otras favelas, era simple:intervención policial inicial, grande y violenta, para sacar a los delincuentes más pesados; y luego, fuerte presencia del Estado, permanente, con destacamentos de seguridad, escuela, salita.
El lugar lucía tranquilo. Me llamó la atención que, pese a la precariedad de la infraestructura, no había olor. Pero eso que se presentaba como una "solución", era la aceptación de la pobreza como modo de vida eterno. Con algunos servicios, más seguridad, más o menos limpio, pero estructuralmente pobre. 
Comprendí que los brasileños, desde hacía décadas, ya no se planteaban sacar las villas para hacer barrios nuevos de clase media, sino incorporar esas favelas el tejido urbano lo más dignamente posible. Igual que los argentinos en los últimos años. Lo que hoy se debate acá es hacer vivibles las villas. NI más ni menos. Una derrota de la política y la sociedad en su conjunto. Un mal menor vestido de progresismo en algunos casos, que no es más que condenar a los más desprotegidos a soñar chiquito. 
La carga de la mochila es insoportable. Es saber que en la Argentina, a diferencia de Alemania, podés nacer y morir pobre. Tu abuelo. Tu papá. Vos.


Fuente:http://www.clarin.com/politica/Nacer-morir-pobre-Argentina_0_1658834204.html

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