Sunday, February 26, 2023

Carnaval querido, el pueblo está contigo, por Graciela Guadalupe

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               Carnaval querido, el pueblo está contigo 

 “Vengo a hablarles de nuevos inicios, de principios.” (De Alberto Fernández.)

 26 de Febrero de 2023 

 Graciela Guadalupe 

 Esta columna comienza con un agradecimiento porque es bueno ser agradecido: gracias, Carnaval querido, que le restaste dos días hábiles a la semana y nos libraste de que pasaran más cosas en el país. La semana pasada nos había dejado como saldo la mesa política del Frente de Todos. Lo teníamos a Alberto tendiendo el mantel con miedo a que le sobraran cubiertos y a Máximo, que no pensaba ir a la reunión, llegando de sorpresa al grito de “desproscriban a mamá”, a sabiendas de que no tienen otro eslogan, ya que mami puede presentarse a elecciones cuantas veces quiera porque no hay sentencia firme que se lo impida. Sin embargo, ese detalle de la proscripción terminó siendo el eje del documento con el que el frente selló su “unidad”. Cuando habían pasado unas pocas horas del estallido de la última bombita de agua en Gualeguaychú, las aguas del oficialismo volvieron a agitarse el miércoles pasado con la ruptura del bloque kirchnerista en el Senado. Una ruptura que la propia Cristina Kirchner hizo trascender como el resultado de la mala política de Alberto. Lo previsible del oficialismo es que, como hacen los perros, se muerden la cola hasta que se dan cuenta que, si se lastiman, se embroman ellos. Sin quererlo, hubo coincidencia entre Gobierno y oposición. Coincidencia para el zafarrancho. 

Mientras Horacito se preparaba para lanzarse como precandidato a presidente 2023, con un texto en redes sociales que necesita ser analizado por una junta de especialistas en marketing, sociología, relaciones públicas, psicología y psiquiatría, entre otras disciplinas involuntariamente afines, Vidal inauguraba su comando de campaña acompañada por Macri –que no termina de definir su porvenir electoral-, mientras que Patricia Bullrich le enrostraba ser un tibio al jefe de Gobierno porteño. “Usá las Taser”, le dijo palabras más, palabras menos a Larreta. “No las usamos porque las retiene el gobierno nacional, que las rechaza”, le respondieron los larretistas a Bullrich. Horas después se supo que el gobierno de Alberto mandó comprar, sin licitación alguna, 100 pistolas Taser para la Policía Federal. Si usted, querido lector, se confundió miércoles con lunes por obra del finde largo, ¿qué me cuenta de las imágenes de Alberto en la Antártida y de Horacio en el kilómetro cero de la ruta 40?. Estaban vestidos casi igual. Uno en la Base Marambio prometiendo “nuevos inicios” como si nada se hubiera iniciado el 10 de diciembre de 2019 y otro diciendo que los argentinos queremos “iniciar el camino para vivir mejor”. Otra coincidencia fue el frío que hacía en ambos lugares, seguramente el culpable de que Alberto haya dicho “énclave” en lugar de enclave, cuya segunda acepción en el diccionario de la RAE es “grupo político o ideológico inserto en otro y de características diferentes. O sea, el “énclave del Álberto en el góbierno de la Crístina”.

 Fuente:https://www.lanacion.com.ar/opinion/carnaval-querido-el-pueblo-esta-contigo-nid26022023/

Apertura, la palabra prohibida

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                             Apertura, la palabra prohibida 

 Con la economía cerrada, asfixiada con cepos y prohibiciones, el país pierde su soberanía y multiplica la pobreza, aunque el populismo persista en afirmar lo contrario

 26 de Febrero de 2023 

 El exceso de gasto público para hacer populismo lleva a emitir sin respaldo. Ante la pérdida de valor de la moneda, los argentinos buscan refugio en el dólar. Para que no se dispare, el Gobierno lo controla creando incentivos perversos que lo hace más escaso aún. El famoso cepo, que paraliza las industrias, desalienta las exportaciones e incentiva la especulación. Ese modelo está perimido. Un círculo vicioso por el cual la soja –y otros commodities– provee dólares a una industria que, salvo excepciones, es incapaz de generarlos y que fabrica bienes caros para el mercado interno. Funcionó en la posguerra, pero ya caducó. El poder adquisitivo del salario nunca crecerá si no aumenta la productividad del trabajo por mayores inversiones empresarias y si los autos y electrodomésticos no tienen precios internacionales. Ni qué hablar del crédito para la vivienda propia. Ese mecanismo irracional falla cuando hay sequías o caída de precios internacionales. Entonces, la “restricción externa” obliga a pedir ayuda al FMI para no paralizar la economía. En esas crisis, el capital se fuga, el trabajo se “africaniza” y los salarios se degradan. Con la economía cerrada, el país pierde su soberanía y multiplica la pobreza, aunque el populismo diga lo contrario. Además de recuperar su moneda, la Argentina debe lograr que más exportaciones generen dólares y se acabe la restricción externa.

 Agregar más valor al esfuerzo laboral con tecnología e inversión: esa es la verdadera “liberación” y no mendigar por las calles pidiendo subsidios para paliar la inflación de “vivir con lo nuestro”. Mayor valor agregado no es sumar costos para mayor protección, sino innovación, diseño y calidad para obtener mayores precios en los mercados externos. Lo otro es “costo agregado”. Eso ocurre en los países que progresan con sentido común y monedas sanas, desde Estonia hasta Vietnam, de Polonia a Portugal. La Argentina vivió ensayos fracasados de apertura económica sin las reformas necesarias para hacerlos exitosos. Cuando está bien hecha, se aumentan las exportaciones, pues no se trata solo de importar ropa usada o zapatillas baratas, sino de reducir costos fabriles dando acceso a insumos, partes y piezas a precios competitivos. Cuanto más se importa, más se exporta. Cerrar la economía y pretender exportar más sería resolver la cuadratura del círculo. Se han visto parches, como reducción de cargas sociales, devolución de impuestos, más reembolsos u otros incentivos para evitar esa batalla, siempre postergada. La apertura debe integrarse en un plan amplio, creíble y sostenido en el tiempo. 

Ningún empresario se embarcará en cambios estructurales si duda sobre el mantenimiento de las reglas de juego por parte de los sucesivos gobiernos. Sin un aumento de la productividad, impulsado por la apertura, no habrá recursos para educación, salud, vivienda ni seguridad, indispensables para la inclusión, la distribución del ingreso y la justicia social que todos predican, pero que nadie concreta Es indispensable una reforma fiscal para achicar gastos y dar racionalidad a los impuestos. Se necesita un mercado de capitales accesible para realizar las inversiones que cualquier transformación productiva exige. Y crédito para financiar el capital de trabajo sin fundirse. Se requiere una reforma laboral que elimine la industria del juicio y la personería gremial única; que se revean convenios colectivos con cláusulas abusivas y se reduzcan los impuestos al trabajo. La voracidad de provincias y municipios es otro obstáculo para remover, pero el pacto fiscal anterior fue abandonado, dándose rienda suelta a más impuestos distorsivos, como Ingresos Brutos o a los sellos. El entramado empresario de la Argentina contiene miles de técnicos y operarios de primera línea, ahora circunscriptos al mundo de la eficiencia “micro”, es decir, del lugar donde trabajan. 

La transformación requerirá de ellos el desafío de la eficiencia “macro”, es decir, la competitividad internacional. También hay generaciones de jóvenes formados y con espíritu innovador, capaces de desarrollar nuevas empresas o modernizar las existentes. Y extranjeros deseosos de venir a la Argentina, país contradictorio, que los deslumbra. Esas reformas no son neoliberales, sino de sentido común. El “Estado presente” tiene una tarea titánica para contribuir al respecto, en lugar de profundizar distorsiones. En el fondo, no se debate ninguna doctrina, escuela o dogma, sino acerca de los intereses puros y duros que configuran el costo argentino, causante de nuestra decadencia. Las palabras “apertura” o “libre comercio” son tabúes que nadie quiere pronunciar por los malos recuerdos del pasado y la irritación que suscitan por miedo a competir. Nunca se saldrá del atolladero con diálogos sectoriales, sino mediante un cambio de expectativas, de carácter institucional y con acuerdos políticos. Solo despejando el horizonte para la inversión ingresarán los dólares que los argentinos atesoran fuera del circuito local. Con capital, las empresas podrán modernizarse, ser competitivas y ampliar los puestos de trabajo genuino que se quieren defender. Con capital no habrá ajustes populistas, vergonzantes y crueles al estilo Sergio Massa, sin planes, ni convicciones, empobreciendo a quienes tienen ingresos fijos, como los empleados públicos y los jubilados. 

 Hay intereses creados por doquier y también es cierto que 80 años de statu quo han hecho acomodar a la población en tareas, públicas y privadas, que serían afectadas por reformas estructurales. Ese es el principal desafío, pues implica también un cambio cultural para que se comprenda cómo mejorará el nivel de vida general cuando la competitividad brinde sus frutos como ocurrió en España, en Irlanda, en los países ex URSS y en el sudeste asiático. En un país tan poco serio como el nuestro se requiere un amplio consenso político, pues, de lo contrario, la falta de credibilidad hará que se acumulen presiones sectoriales para abandonarlo y regresar al statu quo anterior. Debe ser sostenible y sustentable, pero los dirigentes prenden una vela para que Vaca Muerta o el litio sean la solución indolora que evite esas reformas, en lugar de ser la herramienta que provea capital para realizarlas. Se necesita una coalición modernizadora, formada por políticos que piensen en el largo plazo y por líderes cuyos intereses estén alineados con la inserción del país en el mundo. La apertura es la manera de forzar reformas que perduren en el tiempo. Un paso inicial sería transformar el Mercosur en zona de libre comercio y celebrar tratados de integración con otras regiones que crecen con intercambios. Sin un aumento sistemático de la productividad, impulsado por la apertura, no habrá recursos para educación, salud, vivienda y seguridad, indispensables para la inclusión, la distribución del ingreso y la justicia social que todos predican pero que nadie concreta.

 Fuente:https://www.lanacion.com.ar/editoriales/apertura-la-palabra-prohibida-nid26022023/

Thursday, February 16, 2023

Los tiempos del abogado-vedette, por Luciano Román

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                          Los tiempos del abogado-vedette 

 Valerse de la legítima indignación ciudadana para exacerbar y manipular veredictos populares se aparta de la responsabilidad que deberían garantizar quienes ejercen funciones de liderazgo público


 16 de Febrero de 2023


 Luciano Román 


 En el satírico Diccionario del diablo, Ambrose Bierce aporta su particular significado del término “abogado”: “Dícese de aquel que se especializa en burlar la ley”. Si el punzante escritor y periodista norteamericano hubiera observado el papel que jugó el representante de la querella en el juicio de Dolores, tal vez le habría agregado otra acepción: “Dícese de aquel que aprovecha una causa justa para ganar protagonismo personal y procurarse popularidad a cualquier costo”. Lo de Bierce era, por supuesto, una ironía que de ninguna manera pretendía descalificar con una absurda generalización a quienes ejercen una noble e indispensable profesión. La acepción que quizá le hubiera sugerido la actuación más rutilante en el juicio que ha conmovido a la Argentina tampoco representa –afortunadamente– al perfil de todos los letrados, ni siquiera al de la mayoría. Sin embargo, hay algo que conecta el papel que jugó el “abogado estrella” de este juicio con una degradación general que afecta a la Justicia, a la política y también a muchas profesiones. 

Tal vez por eso no se lo deba ver como una mera excepción, sino como el arquetipo de una época en que la sobriedad, la rigurosidad y el decoro suenan como valores obsoletos. También como el exponente de un debate público atravesado por las simplificaciones, las etiquetas y las antinomias esquemáticas. Y de un sistema institucional que suele derrapar, con excesiva frecuencia, hacia una lógica “tribunera” y un montaje más cercano al show y al exabrupto populista que al “tedioso” procedimiento de las reglas y los códigos. Después de haber insultado a los acusados frente a las cámaras, y de haberlos calificado con lenguaje exaltado y demagógico, sin ningún apego a la mesura y la prudencia que exigen la ética y la responsabilidad profesional, el mediático abogado lanzó su candidatura a gobernador. Ni siquiera esperó que se terminara de leer la sentencia cuando ya había mandado a pintar las paredes de La Plata y del conurbano con su nombre. La pregunta se hizo inevitable: ¿buscaba justicia o protagonismo? 

La respuesta excede la dimensión de la ética individual para convertirse en el síntoma de un deterioro que atraviesa a la sociedad y a las instituciones. “No te rindas ante la popularidad”, dice el tercero de los principios que integran el Decálogo del abogado, elaborado por el gran jurista español Ángel Ossorio y Gallardo, que murió en la Argentina tras una larga lucha contra el franquismo. “Piensa siempre que tú eres para el cliente y no el cliente para ti”, propone el cuarto principio. El séptimo es: “Pon la moral por encima de las leyes”, y el noveno, “procura la paz como el mayor de los triunfos”. Frente a discursos que exacerban odios, pasiones y resentimientos, y ante el despliegue vulgar de técnicas de manipulación emocional más que de procedimiento y de juridicidad, aquel viejo decálogo tal vez pueda servir de brújula. Frente a un hecho tan dramático y brutal como el que se juzgó en Dolores, era fundamental que los abogados (todos) aportaran un tono mesurado, sobrio y reflexivo, que tocara las cuerdas de la justicia, no las del revanchismo y la venganza. Por supuesto que las funciones de los defensores son antagónicas a las de fiscales y querellantes. 

Unos y otros, sin embargo, deben ceñirse al lenguaje de la prudencia, del derecho y de la ética, que no es necesariamente hermético ni tiene por qué estar teñido de tecnicismos, como tampoco es un lenguaje neutro ni despojado de vehemencia y de pasión. Lo inadmisible es apelar a la dialéctica de la venganza y la demagogia en busca del aplauso fácil de las multitudes. Valerse de la legítima indignación ciudadana para exacerbar y manipular veredictos populares no solo se aparta del “decálogo del abogado”, sino también de la responsabilidad que deberían garantizar quienes ejercen funciones de liderazgo público. Lo que vimos, sin embargo, fue un abogado adicto a los flashes y a las cámaras que llegó al extremo de sobreactuar un dolor ajeno mientras se daba vuelta y posaba para las revistas del corazón. Habló de “lacras” e “hijos de puta” con una indignación impostada que no había mostrado en ese mismo escenario cuando defendía a los confesos homicidas de José Luis Cabezas. Ahora se sabe que detrás de esa impostura se escondía una ambición política y electoral. El despliegue histriónico de aquel abogado “revisteril” contrastó con la actitud de los padres de la víctima. Ellos sí tenían derecho a la más extrema indignación. De ellos es el dolor más insondable y el sufrimiento más profundo y absoluto. A pesar de ese derecho, no insultaron a los victimarios. 

Jamás pidieron venganza y ofrecieron, en medio de su desgarro, un ejemplo de entereza, dignidad y humanidad. Con un sentimiento tan genuino como comprensible, buena parte de la sociedad se ha visto reflejada en la angustia y la desolación de esos padres, identificándose con el dolor y el reclamo de la máxima severidad judicial. La manipulación y la exacerbación de ese sentimiento popular no deberían, sin embargo, ser asumidas desde ninguna de las partes del proceso, llamadas a cumplir un papel técnico, no a agitar una atmósfera de presión social sobre los jueces ni a captar simpatías frente al lanzamiento inminente de una candidatura electoral. Durante más de un mes, el “abogado estrella” atrajo todos los reflectores de la atención pública. Los móviles televisivos parecían rendirse ante cierta fascinación que suelen ejercer los alardes de vanidad y las palabras altisonantes. Las plumas del vedetismo, la retórica violenta y la audacia para montar el show parecen simbolizar algunas de las más serias amenazas que enfrentan hoy las instituciones. Hasta la causa más noble puede ser utilizada con ambición personal y sin demasiados escrúpulos. 

Todo podría quedar en la aventura de un abogado farandulero si su actitud no se conectara con un clima dominante. ¿Hay una Justicia cada vez más permeable a la presión pública, a las veleidades ideológicas y al rumbo de los vientos políticos? ¿Hay un poder decidido a condicionar a los jueces con “aprietes” escenográficos y discursos beligerantes? Sin caer en comparaciones forzadas, y a pesar de motivaciones bien distintas, el juicio que hoy se sigue a la Corte tiene la lógica del montaje mediático, con el objetivo de presionar a los jueces desde una tribuna política. De ahí derivan otros interrogantes: ¿cómo impactan sobre los magistrados los ruidosos despliegues de abogados o legisladores que confunden derecho con militancia? ¿Cómo influyen en su fuero íntimo las embestidas que se practican con estrategias mediáticas que intentan encender la hoguera del enojo social? Por supuesto que muchos tendrán la fortaleza y la capacidad de abstracción que la magistratura requiere, pero son hombres y mujeres de carne y hueso, que también ven redes sociales, salen a la calle y prenden el televisor. ¿No se intenta, bajo la estridencia de los flashes, crear una Justicia intimidada? 

 El discurso exaltado y el eco de los movileros se articulan en una escena pública que, dominada por populismos de uno u otro signo, tiende a esquematizar y reducir el mundo a una contienda binaria entre consignas simplonas: “sin perpetua no hay justicia”, como si la justicia no implicara equilibrios, graduaciones y matices. Los eslóganes desvirtúan la complejidad de las cosas, valiéndose de sentimientos genuinos que anidan en la sociedad. Cuando se alimenta la fogata de la indignación y se busca, deliberadamente, encrespar y enardecer los ánimos sociales, el litigio tiende a dirimirse en la plaza pública, con los graves peligros que eso supone: los sentimientos se anteponen a los hechos y a las razones; la verdad y la justicia se sacrifican en un veredicto mediático. El juicio de Dolores tiene aristas tan diversas como intrincadas. Su resolución será materia de apelaciones y debates técnicos que exceden, por supuesto, el abordaje aquí propuesto. 

Tal vez valga la pena, sin embargo, reparar en esa mezcla de ambición, demagogia y figuración que se ha colado en el juicio, porque en medio de su actuación asoman algunos interrogantes de fondo: ¿se impone cada vez más la “justicia televisiva”? ¿La estridencia y la audacia son más redituables, en el campo del derecho que el profesionalismo y la solvencia? ¿Los juicios se ganan con los códigos o con las revistas? ¿Cuáles son los modelos “exitosos” de juez y de abogado? En la Argentina contemporánea, tal vez Ambrose Bierce debería reescribir su Diccionario del diablo: “Abogado: dícese de aquel que, burlando el decálogo profesional, baila en televisión y utiliza una causa justa para potenciar su ambición política”. Si lo consigue, el problema no será del abogado.

 Fuente:https://www.lanacion.com.ar/opinion/los-tiempos-del-abogado-vedette-nid16022023/ 

Tuesday, February 14, 2023

14 de Febrero: ¡FELIZ DÍA DE LOS ENAMORADOS! February 14th: HAPPY VALENTINE´S DAY!

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            14 de Febrero: ¡FELIZ DÍA DE LOS ENAMORADOS! 


                February 14th: HAPPY VALENTINE´S DAY!


 

Fuente/Source:Foto/Photo by Clara M.

Saturday, February 11, 2023

Jacinda Ardern, ejemplo a seguir

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             Jacinda Ardern, ejemplo a seguir 

 11 de Febrero de 2023 

 El anuncio de la renuncia de la primera ministra de Nueva Zelanda, Jacinda Ardern, antes del final de su segundo mandato sorprendió al mundo. Tuvo lugar durante un año electoral y ante una reñida competencia, pues las encuestas de los últimos meses colocan al Partido Laborista, liderado por Ardern, ligeramente detrás de la oposición. En su mensaje, dijo que le gustaría que el pueblo de Nueva Zelanda la recuerde como alguien que siempre trató de ser amable. El ejemplo de su carisma y empatía dio lugar a un fenómeno celebrado en el mundo: la Jacindamanía. 

 Ardern es considerada un ícono mundial de políticas progresistas. Durante su mandato, afrontó la mortífera erupción volcánica de la Isla Blanca, el atentado terrorista de 2019 contra la comunidad musulmana de Christchurch y la pandemia de coronavirus, durante la que optó por vacunar masivamente a la población, pese a los negacionistas. En un encuentro con miembros de su partido, sostuvo: “Para mí ya es hora. No buscaré la reelección. Me voy, porque con un papel tan privilegiado viene la responsabilidad de saber cuándo eres la persona adecuada para liderar y cuándo no. Sé lo que requiere este trabajo. Y sé que ya no tengo suficiente en el tanque para hacerle justicia. Es así de simple”. Anunciar su retiro representa el último y tal vez uno de los mejores servicios que Ardern le haya podido prestar a su país.

 En un cargo público, algunos nunca tienen bastante y muy pocos asumen que han tenido suficiente y que saben cuándo ha llegado la hora de dejar el poder. Están los que entienden la función pública como un servicio, evaluando entonces las condiciones personales para cumplir con los desafíos y los que la usan como instrumento para exclusivo beneficio personal, dispuestos a violentar las leyes para prolongar los mandatos. Cuando abundan ejemplos de líderes que se aferran al poder o incluso ponen en riesgo transiciones democráticas, con apenas 42 años, la primera ministra Ardern ha dado una lección de integridad y ofrecido un buen ejemplo a seguir. 

 Fuente:https://www.lanacion.com.ar/editoriales/jacinda-ardern-ejemplo-a-seguir-nid11022023/

Ineptitud manifiesta

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 Los ciudadanos de a pie somos los verdaderos discriminados toda vez que seguimos financiando los fracasos de gestión de los amigos del poder 

 11 de Febrero de 2023 

 En los tres años de la gestión de Victoria Donda al frente del Instituto Nacional contra la Discriminación, la Xenofobia y el Racismo (Inadi), la cantidad de delegaciones pasaron de 27 a 43 y la planta sumó 120 empleados. Pudieron haber sido 121 si su empleada doméstica no hubiera denunciado que le había ofrecido empleo en el organismo a su cargo para terminar una relación laboral no registrada de más de diez años, algo que Donda al día de hoy desmiente. Exculpada del delito de administración fraudulenta y malversación de fondos por la Justicia, con el argumento de que la empleada rechazó el ofrecimiento, el juez Sebastián Casanello sí consideró que la conducta denunciada era claramente inapropiada para una funcionaria pública. Qué menos. El Inadi nunca publicó oficialmente, como algunas otras dependencias estatales, en qué gasta los dineros públicos. Este medio difundió el mes pasado millonarios incrementos en las partidas presupuestadas para pasajes y viáticos y en “correos y telégrafos”. Podemos imaginar el resto.

 Los escándalos de su gestión incluyeron también un viaje oficial a Suiza para disertar ante un auditorio de diez personas, una pelea con el gobierno porteño por la presencialidad en escuelas durante la pandemia, el enfrentamiento con el cantante Ricardo Arjona, su postura a favor de regular los “discursos de odio” que movieron a que la oposición pidiera su renuncia, el silencio del organismo ante las agresiones del gobernador formoseño a María Eugenia Vidal, su cuestionado manual para comunicadores durante el Mundial, y ni qué hablar de los silencios ante los derechos pisoteados de tantas personas, incluidas mujeres iraníes, afganas o de otras nacionalidades en regímenes abusivos, por agregar algún ejemplo. Desde muy joven, expresó una marcada vocación social con compromiso político. Convertida en la nieta recuperada número 78, luego de ser concejala suplente en Avellaneda, su condición le valió a Donda el apoyo de Estela de Carlotto para candidatearse a diputada por el Frente para la Victoria en la provincia de Buenos Aires. Accedió así a una banca en 2007, a los 26 años, y pasó a ser la más joven en la historia de la Cámara. 

Desde entonces, se desempeñó durante tres períodos y no asumió el cuarto, pues fue convocada por el Presidente para el Inadi. A los 45 años, no habría conocido otro empleador más que el Estado. La bajada de pulgar del Presidente a la hora de renovarle la confianza, llevó a Donda a expresar su decepción “de hace tiempo” con el Gobierno. El vicejefe de Gabinete nacional, Juan Manuel Olmos, se encargó de ventilar que fue echada por Alberto Fernández. La carta “de renuncia” de Donda incluyó elogios a Cristina Kirchner y críticas para funcionarios, sin dar nombres. Sin embargo, vislumbramos algún otro interesante cargo público debidamente apadrinado para quien aún no contaría con la edad necesaria para comenzar a cobrar una jubilación de privilegio. Greta Pena, abogada y periodista, fue designada sucesora de Donda al prorrogarse la intervención en el organismo. Desde 1977, pasó por ambas cámaras del Congreso, el Poder Ejecutivo, el Ministerio Público Fiscal de la Nación, por distintos organismos y con distintas funciones. Tuvo incluso un puesto en el Inadi durante la primera presidencia de Cristina Kirchner. Toda una vida en la gestión pública que se suma a su reconocida militancia en el feminismo, en particular, relacionada con cuestiones vinculadas a la diversidad sexual y la identidad de género. Una vez más, vivió al amparo de la billetera ciudadana; permítannos dudar de sus blasones. Su promesa respecto de que “trabajará por los consensos que nos unen como sociedad” suena atractiva y celebraremos si así lo hace, defendiendo los derechos de todos y no solo los de los afines. 

Sus cuestionamientos al interesante artículo de Marcelo Gioffré de días atrás en nuestras páginas, que analiza en términos sociopolíticos la porosidad de una clase social disconforme de la que supo aprovecharse el kirchnerismo, solo parecen reforzar la grieta. Incapaz de interpretar adecuadamente las palabras y la propuesta presentada de un acuerdo republicano superador, solo pudo advertir desde su lente deformada que “construir estereotipos no es inocuo”. Ni sus méritos, ni su preparación, ni su experiencia, mucho menos su honestidad o decoro, son requisitos para ser designado funcionario del paquidérmico y burocrático sistema estatal. Es la militancia. La ideología. Desconocen, por tanto, lo que es tener que pagar un sueldo a fin de mes y también tener que rendir eficientemente para no ser despedido. El círculo vicioso en el que se mueven les garantiza, con la expresión utilizada por un sagaz lector, que sus habilidades en el “garrochismo político” les permitirán sortear cualquier obstáculo para caer bien paradas en nuevas funciones, independientemente de su desempeño. 

Es la manera de asegurarse un buen retiro a costas de un Estado quebrado. No hay remedio para nuestro país en estos términos. La escena nacional se repite a nivel provincial y municipal. Todas las administraciones, algunas más y otras menos, caen en estas nefastas prácticas. Con organismos y empresas públicas muchas veces fundidas, que solo sirven para dar cabida a la militancia, ministerios que deberían subsumirse por razones de economía y gestión, y funcionarios tantas veces parásitos que multiplican también el número de empleados a su servicio para garantizarse su permanencia, nuestra suerte está echada. El más discriminado resulta ser siempre el ciudadano de a pie.

 Fuente:https://www.lanacion.com.ar/editoriales/ineptitud-manifiesta-nid11022023/

La vejez. Drama y tarea, pero también una oportunidad, por Santiago Kovadloff

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