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OPINIÓN | EDITORIAL
El desafío de construir consensos
Hacemos votos para que el colosal ejemplo conciliador del recordado líder nos permita cimentar juntos el futuro que, como nación, nos merecemos Fuente: LA NACION
3 de Junio de 2018
La palabra "consenso" encierra muchos matices. Se asocia a acuerdos logrados con esfuerzo, a renunciamientos en aras a un bien mayor, a un nivel de conciliación que puede contemplar una discrepancia con diversos tonos de divergencia. Dispara, en definitiva, una serie de interpretaciones que habrán de tener un común denominador. Indispensable herramienta, la construcción de consensos enriquece tanto la política interna como a los vínculos entre naciones, promoviendo caminos de prosperidad, paz y armonía.
Fue Nelson Mandela (1918-2013) el primer líder que tiñó a esta palabra con el peso específico de su inconfundible perfil. Tras 27 años de haber estado recluido en una inhumana prisión de menos de tres metros cuadrados, antes de soñar con erigirse en el líder de la comunidad sudafricana que reclamaba contra el apartheid, por instituciones democráticas y libertades individuales, advirtió desde su durísima experiencia que el tejido social quebrado por un sistema perverso debía ser reparado.
¿Cuál fue su primer gesto al abandonar la cárcel? En un acto que sustituyó a un millar de palabras posibles, invitó a compartir su mesa familiar a dos de sus carceleros. Durante su encierro, incluso, aprovechó para aprender el idioma de sus enemigos, en otro gesto dirigido a mejorar la comunicación y la predisposición al diálogo con ellos.
Mandela se atrevió a cruzar todo tipo de fronteras intelectuales y emocionales; superó aquellas construidas desde el odio y el resentimiento para poder extender su mano al prójimo en un afán por conciliar la paz, dando él mismo los primeros pasos en esa laboriosa y difícil tarea. Afirmaba a viva voz Mandela "...si quieres hacer las paces con tu enemigo, tienes que trabajar con tu enemigo. Entonces, él se vuelve tu compañero...". Bastaba, a su entender, con conocerlos y acercarse para que una opinión adversa pudiera rápidamente ser modificada. Dirigió sus más tenaces esfuerzos a conciliar, no solo con sus acérrimos enemigos, sino con aquellos que se encontraban cerca, en su propio entorno de trabajo, contaminados por prejuicios, tensiones, intereses y resentimientos que dificultaban los avances en el camino del acuerdo. Defendió con convicción su pensamiento respecto de que los hombres siempre están más dispuestos a las guerras porque prefieren la épica del enfrentamiento antes que recorrer el angosto y difícil camino de la paz.
Mucho tenemos por aprender los argentinos de este carismático líder que supo hacer del encuentro la herramienta indispensable a la hora de contribuir a la pacificación de una nación como Sudáfrica, por aquel entonces, sumida en violentos enfrentamientos. Para Mandela, las grietas no fueron nunca insalvables. Por el contrario, fueron consideradas un desafío, una invitación a superarlas, a saltar las vallas de la discordia, a reencontrarse aún en la diferencia, a sacar lo mejor de cada uno en bien de la comunidad.
Honrarlo es intentar mantener vivo su legado, haciendo del pequeño mundo que nos rodea un lugar mejor para vivir, dispuestos a encontrar en el otro a un compatriota que puede tener una visión diferente, pero que no es un enemigo; dejando atrás odios y desencuentros, construyendo juntos un tiempo de paz y reconciliación.
El 18 del mes próximo, cuando se cumplirán 100 años de su nacimiento, la figura de Mandela será recordada en todo el mundo. A pesar del peso que reviste esta indiscutida figura, no existe en Buenos Aires una calle, un pasaje, o una plaza que lo evoque como merece, algo que sí ocurre en muchas capitales y ciudades del mundo. Recordemos, por ejemplo, que en el jardín central de la plaza del Parlamento de Londres, Mandela convive desde el bronce con Churchill y con Lincoln.
El gobierno porteño está avanzando con la instalación conmemorativa de una obra hiperrealista, del artista argentino Javier de Aubeyzon, en un espacio público de mucha circulación y visibilidad. Con el tiempo y como mensaje conciliador, esa acción podrá replicarse en otros puntos del país.
Esa iniciativa cuenta con el apoyo del Banco Ciudad y de Sociedad Anónima La Nación, editora de este diario. Hacemos votos para que su concreción constituya un eslabón de peso en el camino de los consensos que los argentinos debemos aprender a construir.
El colosal ejemplo conciliador de Mandela nos alienta a recordarlo superando históricos e inconducentes enfrentamientos. Debemos dejarlos atrás si realmente queremos construir juntos el futuro que, como nación, nos merecemos.
Fuente:www.lanacion.com.ar
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