Sunday, February 4, 2018

POL/GINT-El doble filo de los propósitos de Macri por Pablo Sirvén

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    El doble filo de los propósitos de Macri

Pablo Sirvén


LA NACION


4 de febrero de 2018


Al Presidente le toca cargar con la mochila más pesada, no solo por conducir los destinos del país, sino porque al mismo tiempo es el principal comunicador de su gobierno.

Lo demostró, nuevamente, en la semana que pasó con dos acciones ostensibles bien distintas, que buscan revertir ciertas distorsiones sociales: primero puso en marcha un plan de austeridad en la política, luego de años de impúdicos despilfarros y, por otro lado, recibió al policía procesado que mató a uno de los ladrones que asaltó e hirió gravemente a un turista en La Boca, como gesto contundente de respaldo al accionar de las fuerzas de seguridad, que estuvieron sumidas en un limbo durante la era kirchnerista.

El detonante de la primera acción presidencial mencionada se origina, paradójicamente, en el marco de una sucesión de hechos nada ejemplares producidos en torno del ministro de Trabajo, Jorge Triaca (audios con exabruptos a una empleada y su consecuente conflictivo despido, nombramientos discrecionales en el intervenido Sindicato de Obreros Marítimos Unidos y una cantidad de parientes directos en puestos claves del Estado).

El anuncio presidencial de reducir en un 25% el gasto en cargos políticos jerárquicos y disponer que los familiares de funcionarios que trabajan en la administración pública abandonen sus puestos antes de fin de mes produjo las primeras renuncias y apuró la resolución de un hecho colateral, pero al que también se le había puesto la lupa (el bono de $500.000 que Luis Miguel Etchevehere recibió como gratificación extraordinaria al retirarse de la presidencia de la Sociedad Rural para asumir como ministro de Agroindustria, y que acaba de devolver).

La bandera plantada por el jefe del Estado tiene un efecto más simbólico que concreto, pero si se persiste en el intento, el ejemplo puede -debe- cundir en los otros dos poderes del Estado, también demasiado acostumbrados a gastar fortunas en sueldos, viáticos, asesores y una infinita cantidad de ítems más. De paso, servirá para simplificar procesos y desburocratizar estructuras demasiado pesadas. Y tiene el nada despreciable efecto psicológico sobre la población de que así los esfuerzos se reparten un poco mejor y que ya no está tan sola en sus sacrificios de pagar tarifas en constante reajuste a tono con los países de la región e, incluso, con las del interior argentino, ya que el kirchnerismo había montado una eficaz escenografía de economía muy subsidiada, pero solo para la gran vidriera mediática nacional (Capital Federal y conurbano).

De todos modos, la saludable consigna de ser más austeros no despeja por el momento dos interrogantes. El más serio, por cierto, es si este esfuerzo será suficiente y rendirá sus frutos o solo funciona como un intento de compensación para mantener a Triaca en el gabinete. Siguiente duda: cierta sobreactuación de la austeridad, ¿no actuará en algunos casos como un impedimento discriminatorio e injusto hacia aquellos parientes de funcionarios que no llegan por acomodo, sino porque por sus profesiones y conocimientos pueden resultar realmente valiosos para cubrir determinados puestos? Algo de eso planteó el ministro de Cultura, Pablo Avelluto.

Con respecto al apoyo de Mauricio Macri al policía Luis Chocobar se acentúa en el máximo nivel institucional la línea ya abierta por la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, al respaldar con vehemencia a la Gendarmería y a la Prefectura en ocasión de las desgraciadas muertes violentas de Santiago Maldonado y Rafael Nahuel, respectivamente.

Esta segunda intervención presidencial reviste todavía mayores complejidades que la cruzada por la austeridad. En un país tan presidencialista como el nuestro la voz fuerte del primer mandatario busca, en este caso, despabilar a la Justicia para que los delincuentes no tengan más derechos que los efectivos de seguridad y para que se ponga fin al flagelo de la "puerta giratoria" (que pone otra vez en la calle a sujetos que vuelven a delinquir). Hay dos contraindicaciones inquietantes en el saludo a Chocobar: que se interprete que un poder (el Ejecutivo) está presionando a otro (el Judicial) y que los uniformados entiendan los gestos oficiales tan coordinados y efusivos (en la misma dirección que Macri se expresaron Horacio Rodríguez Larreta, Patricia Bullrich y Cristian Ritondo) como que tienen piedra libre para combatir al hampa de cualquier manera. Y no debe ser así. Por lo tanto, es necesario esclarecer si Chocobar tiró a matar o solo para reducir al delincuente que no acató su voz de alto, algo que no termina de aclarar el video que trascendió. Tampoco conviene envalentonar con extremadas lisonjas a quienes participan en operativos, por lo menos hasta que no se reentrene a las fuerzas debidamente, y no se cuente con protocolos más específicos de cómo proceder en casos extremos.

De nada sirve que el péndulo se mueva del extremo garantista al extremo del gatillo fácil. Por su investidura, Macri debe elevarse por encima de sus intuiciones y prejuicios personales para evitar reaccionar a lo Eduardo Feinmann. De un presidente, además de no propiciar involuntarios equívocos ni caer en actitudes demagógicas para la propia tribuna, se espera algo más.














Fuente:www.lanacion.com.ar

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