Monday, April 10, 2017

EDUC/GINT-¿Cuánto nos importa realmente la educación?

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       ¿Cuánto nos importa realmente la educación?


La sociedad y los gobernantes deberían preguntarse por las profundas raíces de la parálisis escolar y la decadencia de nuestro sistema educativo

10 DE ABRIL DE 2017


Un artículo firmado por el doctor Guillermo Jaim Etcheverry publicado en LA NACION el 12 de febrero de 1994, luego de la difusión de un operativo nacional de evaluación educativa que, al igual que otros estudios recientes, daba cuenta de las enormes dificultades de nuestros estudiantes para comprender textos, concluía que nuestros jóvenes quizá no comprendían lo que leían en los textos, pero sí interpretaban muy bien lo que leían en la sociedad, señalando lo poco que nos importa a los argentinos la educación. Pese al tiempo transcurrido, esta opinión tiene una tan absoluta como lamentable actualidad.

En la ocasión, este reconocido médico y docente universitario que, años después, llegaría a ser rector de la Universidad de Buenos Aires, respondió a los críticos y subrayó que la difusión de los rendimientos aludidos había desencadenado una reflexión colectiva adversa referida al estado de nuestra enseñanza, al enterarnos, por ejemplo, de que casi el 70% de los alumnos primarios y secundarios no comprendían lo que leían. Ese dato lo movía a formular un interrogante drástico: o los chicos son tontos o, por el contrario, son inteligentes cuando ignoran lo que predicamos e imitan lo que practicamos. Agregaba Jaim Etcheverry que los chicos saben percibir las hipocresías de los mayores, así como las señales contradictorias que el mundo adulto emite y en el cual habrán de ganarse la vida.


Con sabia ironía, agregaba que los alumnos respondían a los "pedagogos" nacionales, que obran en la TV, la publicidad, el deporte, el cine, la música y cuanto se decanta de los personajes famosos, pues resulta más eficaz servirse de aquello que la sociedad va enseñando "a través de sus estructuras de recompensa" que aprender lo que la escuela da y luego la sociedad deshace. En suma -nos decía-, la sociedad "honra la ambición descontrolada, recompensa la codicia, ostenta impúdicamente las riquezas, tolera la corrupción" y luego se dirige a los jóvenes "para convencerlos con palabras de las fuerzas del conocimiento, las bondades de la cultura, la prioridad de la ética y la supremacía del espíritu".

El mismo autor consideraba llamativa la opinión de los padres con relación a la educación que recibían sus hijos, ya que casi las tres cuartas partes de ellos declaraban que les parecía satisfactoria, aunque los datos objetivos revelaban serias deficiencias en matemática y lengua. Sólo el 9,2% respondía en aquel momento sentirse poco o nada satisfecho y una minoría hubiese aprobado que sus hijos tuvieran más días de asistencia, más horas de clases cada día y mayores exigencias en la evaluación. Finalmente, el autor de esta profunda crítica señalaba: "Si fuéramos serios, pagaríamos razonablemente a los maestros, garantizaríamos su perfeccionamiento, equipararíamos los edificios escolares, extenderíamos los días de clase... Si fuéramos serios, pondríamos dinero donde ponemos palabras".


Hace pocos días, el presidente Mauricio Macri dio a conocer la información central de los resultados de la prueba de evaluación Aprender 2016:

Siete de cada 10 chicos del último año de la escuela secundaria tuvieron desempeños de nivel básico o por debajo del básico en matemática.

El 46,4% de los alumnos de ese mismo nivel secundario tuvieron desempeños básicos o por debajo del básico en lengua y exhibieron problemas para localizar o interpretar información sencilla en un texto.

Cuatro de cada 10 niños de 6º grado tuvieron desempeños básicos o por debajo del básico en matemática.

Un tercio de los alumnos de 6º grado tuvieron desempeños básicos o por debajo del básico en lengua.

En general, los resultados indican que de los alumnos que terminan la escuela secundaria el 23% tiene un desempeño por debajo del nivel básico en lengua, el 40,9% en matemática, el 16,9% en ciencias naturales y el 18,8% en ciencias sociales.

En los 23 años que han mediado entre el magistral artículo de Jaim Etcheverry y nuestros días, signados por la discusión salarial y la pérdida de días de clases por las huelgas docentes, quienes han seguido perdiendo han sido los alumnos. Lo afirmado por quien fue rector de la UBA adquiere una tan plena como dura vigencia. Da cuenta de una forma de asumir la escuela por muchos chicos como si la expectativa pasara por aprender desde temprano conductas de simulación. Dentro de los muchos problemas de nuestro país se insinúan estas conductas infanto-juveniles derivadas de las picardías que aprenden de algunos adultos y que cuentan con la aprobación expresa o silenciosa de muchos otros.

Los integrantes de la sociedad argentina -y sus gobernantes en particular- deberíamos interpelarnos a nosotros mismos acerca de las profundas raíces de la prolongación de esta parálisis escolar. Deberíamos preguntarnos dónde han quedado los valores éticos y sociales y dónde se encuentra la cultura del trabajo y del esfuerzo, escondida detrás de principios hedonistas que hacen un culto del facilismo. En definitiva, el interrogante que tendríamos que formularnos es cuánto nos importa realmente la educación.

















Fuente:www.lanacion.com.ar

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