OPINIÓN | DEBATE POR EL ABORTO
Fogwill, defensor del derecho a la vida
Pablo Gianera
19 de Diciembre de 2020
Se cumplió en 2020 (fue en Agosto) una década de la muerte de Fogwill. Hubo evocaciones reales de quienes lo conocieron y evocaciones imaginarias de quienes habría querido conocerlo, además de tentativas de nuevos juicios críticos. Se pasó por alto, tal vez porque no era entonces tan acuciante, uno de sus artículos periodísticos más citados y, por eso mismo, caídos ya en la neutralización lo conocido. Me refiero a "El aborto es cosa de hombres". Salió en 1983, con el pseudónimo de María de la Cruz Estévez, en Alfonsina, revista de cuño feminista, y puede leerse ahora en Los libros de la guerra (Mansalva). En la misma página, María Moreno, la directora de la revista, respondía indignada en otro artículo, "El aborto no es una cosa". Ya entonces el pronunciamiento de Fogwill, aun disfrazado, perseguía la fricción.
Naturalmente, Fogwill no era ingenuo, y sería por eso una ingenuidad nuestra decir que no le importaban las consecuencias de lo que escribía; le importaban mucho, pero su estrategia, aun su ganancia, consistía en decir lo que no convenía decir entre sus pares. En esto, aunque no en la prosa, logró tener epígonos. En sus palabras: la "pasión de aguar las grandes fiestas sociales".
Valdría la pena transcribir sin más el artículo completo. Dado que eso no es posible, veamos algunos pasajes. Ya el principio es fulminante y parece escrito esta mañana: "La defensa o justificación del aborto criminal, así como la preconización de leyes más tolerantes para el aborto, suele formularse en nombre de los 'derechos del cuerpo', la libre decisión de la mujer, la autonomía. De ese modo, se viene urdiendo una confusión según la cual todo aquel que adhiera al derecho a la vida, al derecho al placer, a la libertad y a la riqueza, y toda mujer que se sienta identificada con los ideales de liberación femenina, deben sumar su apoyo a los defensores del aborto o, al menos, tolerar la defensa del aborto como si se tratase de un tema 'democrático' sobre el que pueda aplicarse el concepto de 'libertad de opinión'".
A Fogwill, que tenía entre sus virtudes una lógica de argumentación implacable, digna de cualquier retórico antiguo, no se le escapa el siguiente detalle: en un régimen de garantías individuales, y a él pertenece la libertad de opinión, basta que se acepte que una clase determinada de personas carece del derecho a la vida para que todos los demás derechos de todos los demás sean instantáneamente relativos.
Hay aquí una curiosidad suplementaria. La posición de Fogwill no procedía de la fe religiosa; él era, diríamos, un amoral, alguien que literalmente presume poder darse a sí mismo el bien y el mal. Notablemente, esto no lo convirtió en un relativista. Tampoco se amparaba en pruebas constitucionales ni en evidencias científicas. Sólo podría alegarse una palabra, que él seguramente reprobaría: lo humano. Anota más adelante: "El embrión y el feto humano es eso: protoplasma humano. Como los bebés y los abuelitos carecen de medios para autoabastecerse. Como los paralíticos, no pueden moverse.
Como los inmigrantes clandestinos, carecen de identidad para las leyes nacionales. Como los hinchas de fútbol y las señoras que miran mucha televisión, carecen de conciencia. Pero son humanos. ¿Alguien por más perjuicios que le hayan ocasionado estaría dispuesto a suscribir la eliminación de hinchas de fútbol, los inmigrantes clandestinos, los parientes discapacitados, la abuela ñañosa, el bebé incómodo.?"
Es cierto que Fogwill tenía por la descendencia un respeto casi veterotestamentario. Decía por ejemplo: "Soy el mejor escritor argentino con hijos, y cinco". Y no va a faltar quien recuerde las diatribas al novelista argentino que afirmó no haber tenido hijos para escribir. Sin embargo, no había flexión personal en su ataque al aborto.
Lo que advertía Fogwill era que detrás de cada aborto "hay una sociedad de hombre renunciando a la vida".
Nadie sabe qué habría dicho Fogwill ahora. No lo sabemos de él ni de nadie, aunque en su caso la especulación se vuelve todavía más absurda porque nunca se sabía lo que Fogwill iba a hacer, decir o pensar. Lo que dijo es que a los derechos de la Vida (la mayúscula es suya) se le antepone "la vida" (las comillas son suyas), es decir la fantasía de las tristes cosas del mundo: la tribuna, la banca legislativa, una pantalla.
Fuente:https://www.lanacion.com.ar/opinion/fogwill-y-el-derecho-a-la-vidavisiones-nid2543582
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