OPINIÓN | COLUMNISTAS-La solidaridad de los giles,por Graciela Guadalupe

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OPINIÓN | COLUMNISTAS

La solidaridad de los giles

Graciela Guadalupe

4 de Enero de 2020

¿Qué diferencia hay entre el impuesto nacional Para una Argentina Inclusiva y Solidaria (PAIS) y un nuevo ajuste? La misma diferencia que existe entre la pityriasis simplex capillitii y la caspa: ninguna.

¿En qué se distinguen un impuestazo y el proyecto bonaerense con el que se buscaba aumentar el inmobiliario provincial hasta en un 75%? En la misma diferencia que hay entre una plantita de Eruca vesicaria sativa y una de rúcula. Son lo mismo.

El punto parece ser la denominación y el momento en que se da a conocer el nuevo fenómeno cuyas consecuencias se anuncian más leves que las producidas por experimentos pasados. En lo simbólico, a medida que pasa el tiempo necesitan más palabras para decir lo dicho, de modo que parezca original, menos nocivo y, si el viento de cola lo permite, definitorio.

"Ley de solidaridad social y reactivación productiva en el marco de la emergencia pública". Catorce palabras tuvo por título la norma reclamada por Alberto Fernández para empezar a gobernar. Es como decir que alguien "va a proceder a comunicarse con el progenitor para analizar la posibilidad de que le sea otorgado un monto en efectivo con el fin de hacer frente a las demandas del ciudadano venezolano que acarrea los pedidos de los clientes del restaurante". "¿Qué dijo, vieja?", pregunta el abuelo. "Que quiere plata para el delivery".

El verbo "ajustar", por ejemplo, se conjuga siempre de la misma manera, menos en política. El "yo ajusto" de Alberto es solidario. Lo mismo que el yo congelo las jubilaciones, subo las retenciones, aumento las alícuotas de bienes personales, repatrío capitales, te extiendo el cepo y te encarezco todo lo que compres en dólares mientras no te achico el Estado y te prometo bajar el índice de inflación a un dígito para el próximo año bisiesto. Distinto fue el "yo ajusto" de Macri. No solo porque el hombre tenía algunos problemitas de dicción que hacían difícil entenderlo, sino porque quiso conjugar el ajuste en cuotas, con gradualismo. Se convenció de que el shock no era conveniente porque, se sabe, en la Argentina el único partido, movimiento, frente o coalición que puede ajustar de un saque y con apoyo popular es el peronismo.

Alberto tiene una ventaja respecto de Macri. Bueno, varias. La más importante es que lo desbancó. Pero hay otras no menos interesantes de las que carecen otros justicialistas de labia exuberante y, como el actual presidente, carácter bravo. Alberto conoce y practica el poder de la negociación. Si acá no fuera mala palabra, podría decirse que es un gran lobista, cosa que tiene que aprender a ser el mandamás bonaerense. Si Kicillof no se baja del atril del centro de estudiantes la va a pasar mal.

Para decirlo en términos del argentino larguero: Kici necesita "hacerse fuerte en el arte de dialogar para lograr avanzar en acuerdos mínimos de gobernabilidad que le allanen el camino hacia una conducción eficiente con logros sustentables y duraderos". Es decir, que sea menos calentón y más vivo.

Se lo vio un poco desbordado al gobernador cuando fracasó en su intento de imponer la ley impositiva para 2020. "Vienen de una derrota electoral muy contundente [los legisladores de Juntos por el Cambio]. Perdieron por 15 puntos. Nosotros sacamos el 52%. No están dejando hacer", se enfureció. El tema de echar mano del porcentaje con que se gana una elección para pretender imponer criterios puede volverse un bumerán. Sin ir más lejos, ¿qué decía Kicillof cuando el que ganó fue Macri con el 51% de los votos? Remember, Axel. Dijiste: "Hay un 49% de la Argentina que votó por más políticas de crecimiento e inclusión. Los estamos esperando para explicarles que no va a ser el plan económico del ajuste el que los va a hacer vivir mejor. Que nadie se coma el caramelito". Tiene razón Axel. Hay pocas cosas más desagradables que un caramelo que ya fue chupado.

A propósito del cúmulo de gente que votó por quien no ganó en octubre pasado, el colega y amigo Jorge Fernández Díaz acuñó una definición a nuestro juicio insuperable: "republicanismo popular". Con ella refiere a los más de diez millones de personas que les disputan a los justicialistas el concepto excluyente de pueblo, del que el peronismo se siente dueño. Nadie puede decir que esos diez millones de personas no conforman el pueblo. Y, ciertamente, no merecen ser las únicas solidarias de la fiesta en la que distintas vertientes del PJ fueron gobierno durante 24 de los 36 años transcurridos desde el regreso de la democracia, en 1983,

Las cosas por su nombre. No vaya a ser que nos pase lo que le ocurrió a la película La odisea de los giles, elegida por la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas de la Argentina para que compita en los premios Oscar. El día en que se estrenó en los Estados Unidos y ante la dificultad de hallar un nombre en inglés que coincida con el especial concepto que para nosotros tiene la palabra "giles", se la rebautizó Heroic losers (Perdedores heroicos). De ninguna manera, señores del Imperio. El argentino medio al que el Estado le mete la mano en el bolsillo, le pide y le pide pero no le da o lo asfixia por solidaridad no es un loser, es un gil. Del lunfardo: tonto, gilipollas, imbécil, gilardún, gilastro, gilastrún.


Fuente:https://www.lanacion.com.ar/opinion/columnistas/la-solidaridad-de-los-giles-nid2320981