Sunday, April 28, 2019

OPINIÓN | EDITORIAL-Ricos de Forbes, pobres de Calcuta

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OPINIÓN | EDITORIALES

Ricos de Forbes, pobres de Calcuta

Sin un capitalismo democrático y genuino, la Argentina será un campo propicio para el asalto sindical o corporativo y la expropiación fiscal

28 de Abril de 2019

Cuando Karl Marx publicó el primer volumen de El capital (1867), no advirtió dos errores, también "capitales", que solo el tiempo pudo verificar. Ni el capitalismo se desmoronaría en su estadio maduro ni su potencia para generar riqueza se mantendría luego de la colectivización de los medios de producción.

Ni Vladimir Lenin ni José Stalin tuvieron paciencia para comprobar la profecía marxista y, a costa de muertos y deportados, aceleraron la industrialización de su país, hasta que Mikhail Gorbachov, con su glasnost y su perestroika, corrió el velo de la amarga realidad soviética (1985-1991).

A la muerte de Mao Tsé-tung (1976), Deng Xiaoping advirtió que el pueblo chino, creativo e industrioso, estaba "para más" que empuñar el Libro Rojo y corear frases huecas. Observó la fosilización de la economía china; el anquilosamiento de las 15 repúblicas soviéticas; la petrificación de las democracias populares de Europa Oriental; la tragedia teatral de Kim Il-sung; la revolución sin frutos de Fidel Castro y el socialismo autogestionario del mariscal Tito, concluyendo, con milenaria sabiduría oriental, que no hay creación posible de riqueza sin el incentivo del propio interés.

Liberó así al "genio de la botella" que el filósofo de Treveris había encerrado un siglo antes y que sus discípulos aún aprisionaban bajo el corcho, a sangre y fuego. Desde entonces, China sacó de la pobreza a 800 millones de personas, haciendo caso omiso de la plusvalía, la alienación, la explotación y la falsa conciencia. No lo hizo mediante la "justa distribución de la riqueza", pues en China no había ricos, sino mediante la creación de riqueza nueva, acumulando capital sin violencia gracias a la magia de los mercados, aunque en un sistema totalitario. Sin invocarlo, adoptó a Adam Smith mientras continúa predicando a Karl Marx.

¿Y la Argentina? Nuestro país mantiene, desde hace 70 años, un sistema sui generis de capitalismo sin capitales, al menos dentro de sus fronteras. En lugar de revertir la fuga de ahorros al exterior con buenas instituciones, moderación fiscal y seguridad jurídica, el populismo reconoció su propia torpeza, decretando que la Argentina "carece de capitales "y pergeñando mecanismos para extraer ahorro de la población (impuestos, inflación, altos precios) y proveer recursos a los campeones y expertos en mercados regulados, dejando a la intemperie a pymes y pequeños empresarios.

Hemos tenido regímenes de promoción (abusados), bancos de desarrollo (fundidos), empresas públicas cooptadas (YPF, Gas del Estado, Segba, Luz y Fuerza, Entel, YCF, Fabricaciones Militares, entre otras), avales del Tesoro (caídos e impagos), mercados cautivos, prefinanciaciones subsidiadas, exportaciones "tuneadas" por el BCRA, "compre nacional" extorsivo, obras públicas arregladas, anticipos y ajustes escandalosos a contratistas habilidosos.

Luego de los discursos, los himnos y los cortes de cintas, esas generosas plusvalías volvían a cuentas del exterior (como enseñan los manuales) mediante la facturación "inflada" de equipamiento, falsos honorarios de consultoras, pagos de licencias "dibujadas" o regalías ficticias. Con múltiples esquemas de triangulación para aprovechar los controles de cambios y contabilizar ganancias offshore. Solo así se explican los US$300 mil millones que los argentinos guardan en el exterior mientras la pobreza alcanza a un tercio de la población. Durante décadas, el Estado ha extraído ahorros de los trabajadores, con una suerte de estalinismo light, para financiar la fuga de capitales. Hemos creado ricos de Forbes y pobres de Calcuta en nombre del desarrollo nacional y la justicia social.

Ante esa paradójica "falta de capitales" la Argentina adoptó una mentalidad extractiva, oportunista y rapaz. Como no ingresan capitales sin garantías estatales ni se ahorra en pesos, los gobiernos han estado siempre "a la caza" de oportunidades para apropiarse de recursos sin revertir las causas del problema, como sí se atrevió a hacerlo Deng en China.

Siempre se espera una solución que evite los cambios: así fue con las "joyas de la abuela" (Menem), el octavo default (Rodríguez Saá) y la confiscación de las AFJP (Boudou). Desde las retenciones a la soja hasta la perspectiva de Vaca Muerta (como antes fuera Loma de la Lata) o el litio, "oro blanco" del NOA. El Estado siempre hurga en bolsillos y revuelve cajones para superar las estrecheces de vivir con lo nuestro y no como el genio de la botella lo haría posible.

Un país que aspira a brindar mejor educación, ofrecer medicamentos aun para enfermedades no frecuentes, ocuparse de los discapacitados, otorgar becas, reinsertar a los excluidos, reeducar a los adictos, reconvertir las villas o prevenir los abusos no puede vivir de la caza y de la pesca.

Es necesario financiar los derechos de tercera generación con un flujo constante y creciente de riqueza, dejando la estrategia extractiva como recurso suplementario. Sin capitalismo democrático y genuino, la Argentina será un campo yermo propicio para el asalto sindical o corporativo y la expropiación fiscal.

Tiene que haber un cambio dramático que tuerza el curso de los ahorros, para que ingresen por la capilaridad de toda la economía y no solamente por las ventanillas de los ministerios, los formularios y los decretos.

En una Argentina confiable, los inversores competirían en busca de "unicornios" juveniles o veteranos con vocación global, para aportar capital a bajo costo. Desde el negocio más pequeño hasta la empresa más grande, requieren capital abundante y barato. Verdad de Perogrullo.

Sin embargo, no se oye en las filas del populismo a nadie que proponga liberar al genio de la botella. Nacidos y criados en un sistema perverso, solo conciben volver sobre alquimias pretéritas que tienen sus reactivos secos y sus fuegos apagados.

Ninguno propone "crear confianza", "seguridad jurídica" o "reformas estructurales", como si pudiéramos volver a 1946 o a 2001 sin que la irreversibilidad del tiempo nos arroje en la Venezuela actual. Eso se cae de Maduro.


Fuente:https://www.lanacion.com.ar/opinion/editoriales/ricos-de-forbes-pobres-de-calcuta-nid2242400

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