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OPINIÓN | POBREZA
La Argentina, un país pobre
Esteban Olivera
19 de Marzo de 2019
Cuando buscamos entender el subdesarrollo de la economía argentina desde los factores tradicionales de la producción (tierra, trabajo y capital) encontramos que la Argentina es un país con una riqueza inconmensurable en recursos naturales, pero con una escasez estructural de capital y una oferta escasa y rígida de trabajadores. Es decir, los argentinos hemos fallado en acumular capital y en administrar nuestros recursos humanos, lo que nos trajo al estado actual de pobreza.
La riqueza natural de la Argentina no tiene mayor explicación que la mano del creador que la ha dotado de preciosos recursos mineros, abundantes recursos hídricos, buenas reservas de hidrocarburos convencionales y excepcionales reservas de no convencionales, vientos con buena carga para la energía eólica, alta radiación fotovoltaica para energía solar, campos fértiles para la agricultura tanto extensiva como intensiva, campos excepcionales para la forestación, y, entre otras cosas más, una plataforma marítima excepcional con riqueza ictícola y de hidrocarburos.
Pero, entonces, ¿Cómo puede ser que con tantos recursos no hayamos podido alcanzar el desarrollo económico y tengamos un 30% de la población que vive debajo de la línea de la pobreza? Para contestar ello debemos detenernos entonces en los otros dos factores de producción: Trabajo y Capital. Es en estos dos factores donde el hombre juega su parte a través de las instituciones que creó para administrarlos.
Ahorros pobres
La escasez estructural de capital financiero en el País (M2/PBI del 31%, el menor de la región) tiene como causa el histórico déficit fiscal de las cuentas públicas que ha destruido la confianza en nuestra moneda y provocado tanto que los ahorristas argentinos exporten sus inversiones como que los ahorristas extranjeros demanden retornos exagerados para traer su capital.
Para financiar cuentas fiscales desequilibradas los gobiernos tienen principalmente dos alternativas: emitir moneda o endeudarse. En el primer caso, luego de un tiempo durante el cual el gobierno emite incesantemente billetes para financiar su déficit, los ahorristas dejan de demandar esos billetes y rápidamente prefieren utilizarlos para comprar bienes generando inflación y/o para comprar billetes de otro gobierno generando devaluación de su propia moneda. La consecuencia final es la misma, no quieren ahorrar en la moneda que les ofrece el gobierno por lo que terminan exportando sus ahorros para evitar la licuación inflacionaria o devaluatoria. En el caso del financiamiento del déficit fiscal a través de deuda se da que los inversores financieros que compran las emisiones de deuda al ver que continúan los desequilibrios fiscales empiezan a vender las notas de deuda o a requerir cada vez mayores tasas de interés para comprarla. Este círculo vicioso sigue con problemas para refinanciar la deuda y el gobierno termina con no poder honrar sus obligaciones financieras. Una combinación de ambas cosas es lo que le ha sucedido a la Argentina en parte del siglo XIX, la mayor parte del siglo XX y del XXI.
La pérdida de credibilidad en la administración del Estado ha provocado que la Argentina tenga tanto una de las economías con menor monetización de Sudamérica como un mercado de capitales de baja profundidad (emisiones promedio en los últimos diez años de US$ 10 billones anuales, igual que Chile con un PBI menor a la mitad del argentino). Algunas de las consecuencias de ser un país pobre en materia de ahorros son: a) alto costo del dinero y de transacción; b) dependencia del capital extranjero; c) baja inversión en I&D (0.6% del PBI) y en tecnología; d) alta volatilidad ante los shocks externos; e) baja oferta de fondos para inversiones privadas de riesgo; f) fuerte presión de protección industrial; g) bajo desarrollo de las industrial capital intensiva; h) escasa Infraestructura; y i) cortoplacismo en general.
Oferta Escasa y Rígida de Trabajadores
La Argentina es un país con poca población comparada a su territorio (16 hab/km2 - #212 del mundo), por ende con oferta escasa de trabajadores como para destacarse en industrias mano de obra intensiva. A su vez, es importante diferenciar la mano de obra sindicalizada de la no sindicalizada. Se puede decir, a pesar del fuerte deterioro de la educación en los últimos años, que Argentina cuenta aún con buena oferta de recursos altamente calificados que generalmente no están sindicalizados. En este artículo nos referiremos únicamente a la mano de obra sindicalizada que es la más numerosa.
Por haber sido la mano de obra un recurso escaso los sindicatos obtuvieron mucho poder y lo aprovecharon sus dirigentes en beneficio propio y de sus afiliados. El inconveniente es que se han ocupado más de proteger a sus trabajadores existentes que a generar nuevos puestos de trabajo y han llegado al extremo de llevar industrias completas a la decadencia cuando cuentan con recursos naturales para ser altamente competitivas (ej. industria láctea). La demostración del fracaso de los sindicatos son: el alto nivel de desocupación (9%), la informalidad del empleo en la Argentina (11.8% de subocupación), el bajo aporte previsional, y, en última instancia, la pobreza. Con la exagerada protección de sus afiliados y dirigentes llevaron a las empresas a tener que evitar la formalidad en el empleo, evadir sus altos costos impositivos operando informalmente, o directamente dejar de operar. O, en otros casos, en conjunción con los empresarios del sector solicitaron y obtuvieron protección del gobierno para mantener su actividad y terminaron perjudicando a los consumidores al tener que adquirir bienes o servicios de mala calidad a un alto precio.
En síntesis, la Argentina no cuenta con un factor laboral ni abundante ni productivo para el desarrollo de su economía. No obstante, esto debe ser primero una preocupación de los dirigentes sindicales y en segunda instancia del gobierno. Aquellos sindicatos que no se ajusten a la realidad pueden continuar su actividad en decadencia y seguir perdiendo agremiados hacia otras actividades en auge que si se hayan ajustado a la nueva realidad o hacia engrosar las filas de desocupados.
Una vez superada la complicada normalización de la economía actual es fundamental que el gobierno y la oposición se concentren en resolver los problemas del desarrollo y para ello deben empezar con un buen diagnóstico. Si el gobierno y la oposición reconocen que somos un país pobre en capital y en mano de obra productiva se pueden empezar a solucionar los problemas de fondo.
Con respecto al capital, es fundamental primero que se obtenga y mantenga la disciplina del equilibrio fiscal, y, luego, se eliminen todos los desincentivos para la acumulación de capital como son el nuevo impuesto a la renta financiera (uno de los responsable de la crisis del 2018), el impuesto al débito y crédito bancario, y el impuesto a los bienes personales. Asimismo, no sería descabellado ofrecer una segunda oportunidad de repatriación de capitales no declarados aprendiendo de los errores del sinceramiento anterior.
Con respecto al factor trabajo sin duda lo esencial es recuperar la calidad educativa en todos los niveles de aprendizaje para mejorar la productividad de la mano de obra, pero a corto plazo es clave bajar los costos extra salariales (turnos, puestos fijos, aportes no previsionales, etc.) para recuperar productividad en las industrias con personal sindicalizado. Un ejemplo de ello es el convenio obtenido en el sector petrolero con los sindicatos donde se eliminaron rigideces del pasado que ayudaron a bajar los costos de perforación y de esa forma incentivar a las empresas a realizar mayores inversiones y contratar mas personal.
Nuestro país tiene lo más difícil de obtener que son los recursos naturales, es hora que los argentinos nos aboquemos a administrar nuestra economía de una forma tal que aprovechemos dichos recursos para eliminar para siempre la pobreza en nuestro país.
Economista
Fuente:https://www.lanacion.com.ar/opinion/la-argentina-pais-pobre-nid2230190
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