Saturday, March 30, 2019

OPINIÓN-Deslices poco felices de los parlanchines, por Carlos M. Reymundo Roberts

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OPINIÓN


Deslices poco felices de los parlanchines


Carlos M. Reymundo Roberts


30 de Marzo de 2019


A Macri y al rey Felipe los mataron en las redes por sus errores al hablar en el Congreso de la Lengua. Creo que a esa saña no le faltó razón: decí lo que se te ocurra el resto de tu vida, pero en la cumbre del idioma, cuidate. Felipe mencionó a "José Luis Borges", desliz quizás atribuible a que en tiempos de Borges no existía internet. Y Macri habló de "la primer vuelta al mundo...". En este caso, el origen de la gaffe es evidente: Macri está obsesionado con la primera vuelta.

Sobre la relación entre el poder y la palabra se han escrito bibliotecas enteras y se seguirá escribiendo hasta el día del Juicio Final. Juicio Final en el que muchos poderosos serán condenados al fuego eterno precisamente por los daños irreversibles infligidos a algo tan noble como la palabra. El "conmigo o sinmigo" de Herminio Iglesias, en el cierre de campaña del peronismo en 1983, es uno de los eslabones más célebres de la cadena de horrores dichos desde una tribuna. Massa, que se expresa bien, tuvo un derrame de populismo y empezó a usar un dialecto de tierra adentro: el tajaí. Pocos han tenido la sabia prudencia de Scioli, que como solo hablaba de "fe, alegría, esperanza", no había forma de que se equivocara. Esa fórmula no gana elecciones, pero te evita el infierno. En cambio, los verborrágicos la tienen complicada, en el más allá y también hoy. El filoso filósofo Marcos Novaro acaba de decir que Cristina sube en las encuestas porque está callada.

Ojo, que Perón, Fidel y Chávez hicieron historia con sus largos discursos. Alfonsín era conmovedor frente al micrófono. Maduro también pasó a la historia, pero por disparates como el del pajarito, apenas un ejemplo dentro de una lista interminable. Hay que elogiarle el arrojo con el que expone a diario su frágil basamento intelectual y cultural. Trump no necesita hablar mucho para confundirse: a Bután, pequeño país del sur de Asia, lo llamó "button" (botón), y a Nepal lo transformó en "nipple" (pezón). Cuando era presidente de Brasil, Temer llegó a Noruega y se mostró feliz de ser recibido por " sua majestade, o rei da Suécia". El joven y francesísimo Macron estaba de visita en Australia y quiso retribuirle al premier Turnbull el trato que le había dispensado. La cortesía y su inglés le jugaron una mala pasada: "Gracias a usted y a su deliciosa esposa".

Macri llegó al poder con la consigna de diferenciarse de su antecesora: se proponía hablar poco y hacer mucho. Ahora simplemente está invirtiendo los términos de la ecuación. Anteayer, el Presidente estaba dispuesto a comunicar en persona (de paso, ¿se acuerdan de cuando daba conferencias de prensa?) la infausta noticia de que la pobreza trepó al 32%. A último momento hubo arrugue de barrera y los que tuvieron que poner la cara fueron los ministros Stanley y Sica. Otra lección aprendida de la década ganada. Bien hecho, porque obviamente a Macri iban a preguntarle por su famosa sentencia: "Al final del mandato quiero que me juzguen por el número de pobres" (tranqui, Mauricio, que los argentinos tenemos pésima memoria, y en realidad te vamos a juzgar por la inflación y el dólar). Bien hecho, además, porque la escuchás a Carolina anunciar que hay casi 13 millones de pobres y de tan encantadora que es te parece que solo fueran 3 o 4 millones. O la mano cambia o a la sweet Caroline vamos a verla muy seguido.

Por cierto, entre nosotros nadie ha hecho mayor culto de la palabra que Cristina. Fue llamada, no me acuerdo por quién, "la señora del micrófono". De los dos micrófonos, porque ordenaba que pusieran dos por si fallaba uno. También ella, aun con su innata facilidad para la expresión oral, ha dicho barbaridades, como contar, durante un discurso, que gracias a los poderes afrodisíacos de la carne de cerdo habían pasado con Néstor una noche de pasión. Infinitamente más culta e inteligente que Maduro, su anecdotario de gaffes es igual de frondoso. Pero no revolvamos el pasado, ya muy conocido. Finalmente, esto no es Harvard, es La Matanza. Vayamos al presente. La señora no está teniendo suerte con sus explicaciones sobre los males que aquejan a Florencia. Primero fue escueta, austera, y mencionó solo un linfedema. Como que muchos no le creyeron. Qué tan grave podía ser una leve inflamación en las piernas. Entonces, al volver de Cuba reprodujo un parte médico que daba cuenta de seis patologías. Y aun así, siguen sin creerle. Insólito. Siente un enorme respeto por la mentira como para usarla en el caso de la enfermedad de su hija. Sin embargo, cada día aumentan los Cubaescépticos y los que hablan de un Florexit. Tampoco la Justicia da crédito al informe y reclama que vuelva en 15 días. Si no, será declarada en rebeldía. Y que la defienda Stornelli.

Es bueno reflexionar sobre el valor de lo que se dice justo en estos días, cuando está comenzando la campaña electoral. Tiempo de discursos y promesas. Nada de escandalizarse. Hagámonos a la idea de que la verdad estará más bien ausente, que campeará la ficción y que a los candidatos también los protege el precepto constitucional de no estar obligados a declarar en su contra.

La consigna es olvidarnos rápidamente de todo lo que nos digan. Sigamos a Borges, a Jorge Luis Borges: "El olvido es la única venganza y el único perdón".



Fuente:https://www.lanacion.com.ar/opinion/deslices-poco-felices-de-los-parlanchines-nid2233581

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