Sunday, April 22, 2018

OPINIÓN-Tiempos agitados de tarifas inflamadas, por Pablo Sirvén

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OPINIÓN

Tiempos agitados de tarifas inflamadas


Pablo Sirvén

22 de abril de 2018

Por no explicar a tiempo en campañas de difusión previas, sistemáticas y coherentes (el crónico déficit comunicacional de este gobierno) y por querer indexar costos a un ritmo solo soportable para los bolsillos de las clases media alta y alta, el kirchnerismo pelea por ganar la batalla cultural de convencer a porteños y bonaerenses del conurbano de que los servicios y los transportes deben ser regalados o pagados apenas con monedas. Algo que no sucede en los países limítrofes ni, por cierto, en el resto de la Argentina.

Aprovechando la generación de contenidos mediáticos centralizada en Buenos Aires, pero distribuidos radialmente al resto del país, esos privilegios exclusivos para los vecinos del Río de la Plata funcionaron como eficaz espejismo nacional.

El "ruidazo", la Marcha de las Velas y demás protestas de estos días en el distrito metropolitano son observadas con una mezcla de bronca y sorna por nuestros compatriotas provincianos, que siempre pagaron tarifas mucho más altas. El país unitario modelado por el kirchnerismo liberó de esa carga a los habitantes de la gran ciudad y de sus alrededores (algunos de ellos, con hábitats "africanizados" que ese mismo régimen empeoró con su desidia y corrupción). Condonó gastos por igual al que lo necesitaba como para el acomodado habitante de Barrio Norte o San Isidro. Y con el gas, peor aún: los más pobres pagaron mucho más por su garrafa que los que estaban conectados. Un disparate.

¿Y para el país federal?: solo espejitos de colores, transmitidos por la cadena oficial y la abundante pauta publicitaria que aceitaba mejor a los prestidigitadores que montaban esa ilusión inalcanzable en el interior.

El precario tinglado en la materia montado por los gobiernos anteriores dejó unos pesos más en el bolsillo de bonaerenses y porteños para gastos superfluos. Les dio la sensación efímera de un supuesto bienestar a los que están dentro del sistema, mientras que no se removieron las razones profundas de un 30% de pobres, un déficit público monumental, el deterioro estrepitoso de las prestaciones y una economía en recesión, entre otras calamidades.

Pero ese cambio cultural terminó seduciendo hasta los rincones más impensados. ¿De qué otra manera se puede entender los argumentos populistas de los tirabombas ultraliberales mediáticos cuando afirman que el único ahorro fiscal real de este gobierno se hace con el esfuerzo de la gente pagando tarifas más altas? Es así, claro, pero ¿qué creían? ¿Que las iba a pagar Macri con su chequera personal?

Un país es como una familia a gran escala: todo despilfarro por fuera de su propio presupuesto lo termina pagando ella misma. Parece mentira tener que recordarlo. ¡Es que el cristikirchnerismo logró destruir el sentido común más elemental!

Miremos cada uno nuestra propia experiencia: para gozar de un beneficio extraordinario -un viaje, un auto, una casa, una fiesta de casamiento o de 15-, en algún momento hay que apretarse el cinturón y constreñirse en otros gastos. Si se lo hace a crédito, la sensación es dulce porque se disfruta sin erogar nada. Pero tarde o temprano llega la cuenta.

La cultura discriminatoria de tarifas ha calado muy hondo. Sin la menor vergüenza, los habitantes de Capital y GBA nacionalizamos el tema y pataleamos por querer disfrutar para siempre algo insostenible en tanto no llueva (y sin parar) dinero del cielo.

El fraude kirchnerista funcionó a tal punto que hasta los propios votantes de Cambiemos creen que es un derecho adquirido pagar chauchas por servicios y transporte. Que Cristina Kirchner quiera hacer volar todo por los aires al pretender retrotraer las tarifas a como estaban cuando se fue está en su naturaleza, pero cierta conducta desaprensiva de los aliados principales del Gobierno -la Unión Cívica Radical y la Coalición Cívica- llama la atención.

Para la próxima, deberían evitar los emplazamientos que recuerdan a la "reunión de los altos mandos" que en otras épocas decodificábamos como el gesto inquietante que hacían los militares para desestabilizar la gobernabilidad del presidente civil de turno. Es fácil lanzar bombas y, acto seguido, irse de paseo a Europa o a nadar a Uruguay o a Brasil.

El Gobierno también cometió sus errores: tropezó con la misma piedra al no explicar a los usuarios por qué cobra lo que cobra; tampoco supo disipar las dudas de si hay sobrecarga tarifaria para beneficiar más de la cuenta a los nuevos dueños de las empresas de energía, amigos cercanos del poder. Y también le queda pendiente revisar las cargas abusivas de impuestos que hay en las boletas. Mucha tarea para el hogar.

Los tres partidos que componen Cambiemos (Pro, al timón, más UCR y CC) deben asumir con madurez esa alianza sin conventillos, solo funcionales a la oposición. El disenso no es pecado y forma parte de la cultura que hay que reconquistar tras tantos años de unicato. La articulación debe ser permanente ya que la UCR y la CC, más representativos de la clase media, pueden y deben sumar a tiempo su sensibilidad al "gobierno de ricos", siempre más preocupado por la marcha de la macroeconomía, los negocios y las grandes obras. Si saben amalgamarse sin discordia serán imbatibles.













Fuente:www.lanacion.com.ar

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