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OPINIÓN | EDITORIAL
Tragedia y crisis educativa
La decadencia de nuestra enseñanza queda de manifiesto al constatar la vigencia que, 18 años después, conserva un valioso libro de Jaim Etcheverry
23 de abril de 2018
La tragedia educativa fue el título de un libro que adquirió contemporáneamente un valor central para interpretar la crisis de nuestro sistema educativo. Su autor, el doctor Guillermo Jaim Etcheverry, desarrolló en esa obra algunas claves principales que siguen explicando hoy la decadencia de la educación primaria y secundaria de la Argentina.
El texto nació a fines del siglo pasado y tuvo una lógica resonancia. Hoy, 18 años más tarde, mantiene su vigencia, pues nada fundamental ha cambiado en este tiempo.
De un modo preciso el autor señala, aunque sorprenda, que el 70% de los padres evalúan positivamente el rendimiento de sus hijos y, en consecuencia, no ejercen su autoridad para producir cambios significativos, por lo cual estos quedan postergados para un futuro incierto.
La ingrata realidad es que dos de cada tres alumnos encuentran dificultades que no superan en matemática, solamente el 50% completa la escuela media y el 75% encontrará problemas cuando desee encarar su futuro laboral.
La tragedia educativa, de Jaim Etcheverry, se mantiene vigente Fuente: LA NACION
Sostiene con acierto el doctor Jaim Etcheverry que una cuestión muy preocupante en nuestro país radica en que las escuelas son del siglo XIX; los maestros, del siglo XX, y los alumnos, del siglo XXI, cada vez más entregados a las computadoras y a una cultura basada en hacer el menor esfuerzo posible por avanzar.
Los juicios emitidos en el curso de una reciente entrevista con LN+ se tornaron severos: pareciera señala que se ha dejado de exigir a los alumnos y los padres no toman conciencia de lo que ocurre. Se ha reducido la antigua alianza entre maestros y padres a fin de lograr mayor esfuerzo de los alumnos. Importa lograr el título, sin considerar lo que no han aprendido. No se piensa en la escuela precisamente como lugar donde cultivar las capacidades.
Dentro de ese cuadro general se advierte que los mejores rendimientos los revelan en nuestra escuela los hijos de profesionales. Pero aunque se consideren los mejores alumnos de nuestro país, ellos son superados en 30 países.
Los datos de la realidad llevan a considerar que se ha reducido entre nosotros la aspiración de leer, escribir y comprender, afirma quien fuera rector de la Universidad de Buenos Aires. No se cumple el propósito deseable de aprender a leer, abstraer, ubicarse en el tiempo histórico, promover el pensamiento creativo y el afán de enriquecer el conocimiento.
En este cuadro actual de nuestra enseñanza se ha pasado a otorgarle a la computadora una función dominante, que sustituye el esfuerzo que supone estudiar, buscar información, interpretarla y usarla adecuadamente. La nueva tecnología se ha convertido en una solución cómoda. Sin embargo, es sabido que la revolución tecnológica fue elaborada por personas que se educaron en el sistema tradicional. En verdad, como agrega Jaim Etcheverry, la educación no es tarea de máquinas; ellas pueden ayudar en la tarea, pero la función de interpretar y comprender es de las personas.
La educación revela así niveles muy distintos entre quienes alcanzan los logros superiores y, para este fin, emplean sus mejores aptitudes, y aquellos que no los consiguen y tampoco se esfuerzan por acceder a los buenos resultados.
Dentro de sus muchas y sabias ideas, una reflexión final expresa el propósito que promueve el autor que nos hablara de "la tragedia educativa": se trata de comprender la diferente función que cumplen la computadora y el pensamiento. La primera dispensa una ayuda eficaz, ya sea para escribir un texto o buscar una información. En cambio, solucionar un problema matemático, elaborar una síntesis, plantear cuestiones a resolver en función de un texto o bien escribir una composición es tarea del pensamiento. Y de eso, igual que siempre, se trata ahora: de promover en cada alumno la función de pensar.
Fuente:www.lanacion.com.ar
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