Wednesday, April 4, 2018

Memoria-Estados Unidos: Martin Luther King, el valor de un hombre inmenso, por Luis Vinker

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Memoria

Estados Unidos: Martin Luther King, el valor de un hombre inmenso

Este miércoles se cumplen 50 años del asesinato, en Memphis, del líder por los derechos de los negros.

Luis Vinker



Discurso. Martin Luther King el 28 de agosto de 1963 en la Marcha de Washington, en donde pronunció su discurso inmortal: “Yo tengo un sueño”. AFP (*)

Aquel 4 de abril a las 18.01 -este miércoles hace exactamente medio siglo- Martin Luther King salió al balcón de la habitación 306 del motel Lorraine en Memphis, Tennessee. Allí, un disparo acabó con su vida (una hora después)y causó una conmoción mundial. Cinco años antes, otro magnicidio había sacudido a Estados Unidos -John F. Kennedy- y la secuela se prolongaría con el hermano de éste, Bob. Pero si aquel disparo segó la vida de Luther King, que apenas tenía 39 años, no ocurrió lo mismo con sus ideales y su movimiento. A esa altura, la lucha de la población de raza negra por sus derechos civiles era imparable.

Y si el crimen del pastor provocó una ola de disturbios y saqueos en cien ciudades, en poco tiempo su imagen siguió creciendo. Inclusive, se prolongaría en la rebelión de los jóvenes y en las constantes manifestaciones contra la Guerra de Vietnam. Todos los símbolos de una época que, por momentos, nos parece tan lejana... Y en otros -cuando renace cierta tensión racial- los discursos, las movilizaciones y la gesta de Luther King nos suenan como si fuera ayer.

Nacido en Atlanta el 15 de enero de 1929, siempre recordó dos hechos de la infancia que marcaron su vida: la muerte de su abuela y la discriminación. También habría que citar a su padre, Martin Luther King Sr, predicador religioso y uno de los primeros líderes en la lucha de los negros por sus derechos. Con apenas 17 años, su hijo hizo publicar una carta en el Atlanta Constitution donde afirmaba:“Las personas negras también son titulares de los derechos básicos y las oportunidades de los ciudadanos americanos”.



Biografía de Martin Luther King. AFP

Estudió teología en Boston y, ya casado con Coretta, se trasladó a Montgomery, Alabama: el sur profundo y uno de los estados más racistas. Después del famoso episodio de Rosa Parks (1955) que impulsó el fin de la segregación racial en los autobuses, King quedó como un líder natural en la lucha de los negros por la igualdad. Sus biógrafos calculan que sus recorridos fueron “infinitos” y que habló en más de 2.500 actos públicos. Fue arrestado 20 veces y sufrió cuatro ataques directos, uno de ellos a cuchilladas en Nueva York. El día que mataron a JFK, sintió que él también estaba sentenciado.

Su momento memorable fue el 28 de agosto de 1963, cuando movilizó a 250 mil personas en Washington por los derechos civiles. Y allí, frente al Memorial Lincoln, pronunció su discurso inmortal: “Yo tengo un sueño”. La prefiguración de lo que sucedería de allí en más en su país. Desde que Lyndon Johnson tuviera que firmar la ley de los Derechos Civiles para terminar con la segregación hasta que, décadas después, por primera vez una persona de raza negra alcanzara la presidencia. Y entonces Barack Obama supo rendirle tributo.





El exterior del motel Lorraine y del Museo Nacional de Derechos Civiles, lugar de celebración del 50 aniversario del asesinato de Martin Luther King Jr, asesinado a tiros mientras permanecía en el balcón del Motel Loraine frente a la habitación 306 donde se hospedaba . EFE

King también había liderado la marcha de Selma hacia Montgomery (1965), enfrentando el racismo en Alabama, en lo que se conoció como el Domingo Sangriento. Allí expresó que “el arco del universo moral es largo, pero se inclinará para el lado de la Justicia”. Y Johnson tuvo que admitir que “la discriminación no es un problema de los negros, del Sur o del Norte. Es un problema americano”.

Martin Luther King ya había sido distinguido con el Premio Nobel de la Paz en 1964 y su autoridad crecía. Hasta que aquel disparo terminó con su vida en la tarde de Memphis. Su autor, un delincuente de poca monta llamado James Earl Ray, consiguió escapar. Dos meses más tarde fue capturado por Scotland Yard, en Londres, y lo extraditaron. Su destino era la silla eléctrica, pero se declaró culpable y lo sentenciaron a 99 años de prisión (murió en 1998, a los 70 años). Nunca faltaron las versiones de conspiración y la viuda de King consiguió que se reabriera la investigación a fines de los 90. Pero el Departamento de Estado determinó que “no hubo ninguna conspiración”. Quedaron las dudas. Y, sobre ellas y sobre el crimen, el valor de un hombre inmenso.





Fuente:www.clarin.com




(*)

«Tengo un sueño»

por MARTIN LUTHER KING
«Estoy orgulloso de reunirme con ustedes hoy en la que quedará como la mayor manifestación por la libertad en la historia de nuestra nación. Hace cien años, un gran americano, cuya sombra simbólica nos cobija, firmó la Proclama de Emancipación. Este importante decreto se convirtió en un gran faro de esperanza para millones de esclavos negros que fueron cocinados en las llamas de la injusticia. Llegó como un amanecer de alegría para terminar la larga noche del cautiverio. Pero 100 años después debemos enfrentar el hecho trágico de que el negro aún no es libre. Cien años después, la vida del negro es todavía minada por los grilletes de la discriminación. Cien años después, el negro vive en una solitaria isla de pobreza en medio de un vasto océano de prosperidad material. Cien años después, el negro todavía languidece en los rincones de la sociedad estadounidense y se encuentra a sí mismo exiliado en su propia tierra.
Y así hemos venido aquí hoy para dramatizar una condición extrema. En cierto sentido, llegamos a la capital de nuestra nación para cobrar un cheque. Cuando los arquitectos de nuestra república escribieron las magníficas palabras de la Constitución y la Declaración de Independencia, firmaban una promisoria nota de la que todo estadounidense sería heredero. Esa nota era una promesa de que todos los hombres tendrían garantizados los derechos inalienables de 'vida, libertad y búsqueda de la felicidad'. Es obvio hoy que Estados Unidos ha fallado en su promesa en lo que respecta a sus ciudadanos de color. En vez de honrar su obligación sagrada, Estados Unidos dio al negro un cheque sin valor que fue devuelto con el sello de 'fondos insuficientes'. Pero nos rehusamos a creer que el banco de la justicia está quebrado. Nos rehusamos a creer que no hay fondos en los grandes depósitos de oportunidad en esta nación. Por eso hemos venido a cobrar ese cheque, un cheque que nos dará las riquezas de la libertad y la seguridad de la justicia.
También hemos venido a este lugar sagrado para recordarle a Estados Unidos la urgencia feroz del ahora. Este no es tiempo para entrar en el lujo del enfriamiento o para tomar la droga tranquilizadora del gradualismo. Ahora es el tiempo de elevarnos del oscuro y desolado valle de la segregación hacia el iluminado camino de la justicia racial. Ahora es el tiempo de elevar nuestra nación de las arenas movedizas de la injusticia racial hacia la sólida roca de la hermandad. Ahora es el tiempo de hacer de la justicia una realidad para todos los hijos de Dios. Sería fatal para la nación pasar por alto la urgencia del momento. Este sofocante verano del legítimo descontento del negro no terminará hasta que venga un otoño revitalizador de libertad e igualdad. 1963 no es un fin, sino un principio. Aquellos que piensan que el negro sólo necesita evacuar su frustración y que ahora permanecerá contento, tendrán un rudo despertar si la nación regresa a su rutina.
No habrá ni descanso ni tranquilidad en Estados Unidos hasta que el negro tenga garantizados sus derechos de ciudadano. Los remolinos de la revuelta continuarán sacudiendo los cimientos de nuestra nación hasta que emerja el esplendoroso día de la justicia. Pero hay algo que debo decir a mi gente, que aguarda en el cálido umbral que lleva al palacio de la justicia: en el proceso de ganar nuestro justo lugar no deberemos ser culpables de hechos erróneos. No saciemos nuestra sed de libertad tomando de la copa de la amargura y el odio. Siempre debemos conducir nuestra lucha en el elevado plano de la dignidad y la disciplina. No debemos permitir que nuestra protesta creativa degenere en violencia física. Una y otra vez debemos elevarnos a las majestuosas alturas de la resistencia a la fuerza física con la fuerza del alma. Esta nueva militancia maravillosa que ha abrazado a la comunidad negra no debe conducir a la desconfianza de los blancos, ya que muchos de nuestros hermanos blancos, como lo demuestra su presencia aquí hoy, se han dado cuenta de que su destino está atado al nuestro. Se han dado cuenta de que su libertad está ligada inextricablemente a nuestra libertad. No podemos caminar solos. Y a medida que caminemos, debemos hacernos la promesa de marchar siempre hacia el frente. No podemos volver atrás.
Hay quienes preguntan a los que luchan por los derechos civiles: '¿Cuándo quedarán satisfechos?' Nunca estaremos satisfechos mientras el negro sea víctima de los inimaginables horrores de la brutalidad policial. Nunca estaremos satisfechos en tanto nuestros cuerpos, pesados por la fatiga del viaje, no puedan acceder a un alojamiento en los moteles de las carreteras y los hoteles de las ciudades. No estaremos satisfechos mientras la movilidad básica del negro sea de un gueto pequeño a uno más grande. Nunca estaremos satisfechos mientras a nuestros hijos les sea arrancado su ser y robada su dignidad con carteles que rezan: 'Solamente para blancos'. No podemos estar satisfechos y no estaremos satisfechos en tanto un negro de Mississippi no pueda votar y un negro en Nueva York crea que no tiene nada por qué votar. No, no estamos satisfechos, y no estaremos satisfechos hasta que la justicia nos caiga como una catarata y el bien como un torrente.
No olvido que muchos de ustedes están aquí tras pasar por grandes pruebas y tribulaciones. Algunos de ustedes acaban de salir de celdas angostas. Algunos de ustedes llegaron desde zonas donde su búsqueda de libertad los ha dejado golpeados por las tormentas de la persecución y sacudidos por los vientos de la brutalidad policial. Ustedes son los veteranos del sufrimiento creativo. Continúen su trabajo con la fe de que el sufrimiento sin recompensa asegura la redención. Vuelvan a Mississippi, vuelvan a Alabama, regresen a Georgia, a Louisiana, a las zonas pobres y guetos de las ciudades norteñas, con la sabiduría de que, de alguna forma, esta situación puede ser y será cambiada. No nos deleitemos en el valle de la desesperación. Les digo a ustedes hoy, mis amigos, que pese a todas las dificultades y frustraciones del momento, yo todavía tengo un sueño. Es un sueño arraigado profundamente en el sueño americano.
Yo tengo un sueño de que un día esta nación se elevará y vivirá el verdadero significado de su credo: 'Creemos que estas verdades son evidentes: que todos los hombres son creados iguales'.
Yo tengo el sueño de que un día en las coloradas colinas de Georgia los hijos de los ex esclavos y los hijos de los ex propietarios de esclavos serán capaces de sentarse juntos en la mesa de la hermandad.
Yo tengo el sueño de que un día incluso el estado de Mississippi, un estado desierto, sofocado por el calor de la injusticia y la opresión, será transformado en un oasis de libertad y justicia.
Yo tengo el sueño de que mis cuatro hijos pequeños vivirán un día en una nación donde no serán juzgados por el color de su piel sino por el contenido de su carácter. ¡Yo tengo un sueño hoy!
Yo tengo el sueño de que un día, allá en Alabama, con sus racistas despiadados, con un gobernador cuyos labios gotean con las palabras de la interposición y la anulación; un día allí mismo en Alabama, pequeños niños negros y pequeñas niñas negras serán capaces de unir sus manos con pequeños niños blancos y niñas blancas como hermanos y hermanas. ¡Yo tengo un sueño hoy!
Yo tengo el sueño de que un día cada valle será exaltado, cada colina y montaña será bajada, los sitios escarpados serán aplanados y los sitios sinuosos serán enderezados, y que la gloria del Señor será revelada y toda la carne la verá al unísono. Esta es nuestra esperanza. Esta es la fe con la que regresaré al sur. Con esta fe seremos capaces de esculpir en la montaña de la desesperación una piedra de esperanza. Con esta fe seremos capaces de transformar las discordancias de nuestra nación en una hermosa sinfonía de hermandad. Con esta fe seremos capaces de trabajar juntos, de rezar juntos, de luchar juntos, de ir a prisión juntos, de luchar por nuestra libertad juntos, con la certeza de que un día seremos libres.
Este será el día, este será el día en que todos los niños de Dios serán capaces de cantar con un nuevo significado: 'Mi país, dulce tierra de libertad, sobre ti canto. Tierra donde mis padres murieron, tierra del orgullo del peregrino, desde cada ladera, dejen resonar la libertad'. Y si Estados Unidos va a convertirse en una gran nación, esto debe convertirse en realidad. Entonces dejen resonar la libertad desde las prodigiosas cumbres de Nueva Hampshire. Dejen resonar la libertad desde las grandes montañas de Nueva York. Dejen resonar la libertad desde los Alleghenies de Pennsylvania. Dejen resonar la libertad desde los picos nevados de Colorado. Dejen resonar la libertad desde los curvados picos de California. Dejen resonar la libertad desde las montañas de piedra de Georgia. ¡Dejen resonar la libertad de la montaña Lookout de Tennessee. Dejen resonar la libertad desde cada colina y cada montaña de Mississippi, desde cada ladera, dejen resonar la libertad! Y cuando esto ocurra, cuando dejemos resonar la libertad, cuando la dejemos resonar desde cada pueblo y cada caserío, desde cada estado y cada ciudad, seremos capaces de apresurar la llegada de ese día en que todos los hijos de Dios, hombres negros y hombres blancos, judíos y cristianos, protestantes y católicos, serán capaces de unir sus manos y cantar las palabras de un viejo espiritual negro: '¡Por fin somos libres! ¡Por fin somos libres! Gracias a Dios todopoderoso, ¡por fin somos libres!'».

Fuente:http://www.elmundo.es/especiales/2013/internacional/martin-luther-king/texto-integro.html

            



          Martin Luther King, Jr. I Have A Dream Speech(**)


Published on Aug 28, 2013


Martin Luther King, Jr., (January 15, 1929-April 4, 1968) was born Michael Luther King, Jr., but later had his name changed to Martin. His grandfather began the family's long tenure as pastors of the Ebenezer Baptist Church in Atlanta, serving from 1914 to 1931; his father has served from then until the present, and from 1960 until his death Martin Luther acted as co-pastor.

Martin Luther attended segregated public schools in Georgia, graduating from high school at the age of fifteen; he received the B. A. degree in 1948 from Morehouse College, a distinguished Negro* institution of Atlanta from which both his father and grandfather had graduated. After three years of theological study at Crozer Theological Seminary in Pennsylvania where he was elected president of a predominantly white senior class, he was awarded the B.D. in 1951.

With a fellowship won at Crozer, he enrolled in graduate studies at Boston University, completing his residence for the doctorate in 1953 and receiving the degree in 1955. In Boston he met and married Coretta Scott, a young woman of uncommon intellectual and artistic attainments. Two sons and two daughters were born into the family In 1954, Martin Luther King became pastor of the Dexter Avenue Baptist Church in Montgomery, Alabama. Always a strong worker for civil rights for members of his race, King was, by this time, a member of the executive committee of the National Association for the Advancement of Colored People, the leading organization of its kind in the nation. He was ready, then, early in December, 1955, to accept the leadership of the first great Negro nonviolent demonstration of contemporary times in the United States, the bus boycott described by Gunnar Jahn in his presentation speech in honor of the laureate.

The boycott lasted 382 days. On December 21, 1956, after the Supreme Court of the United States had declared unconstitutional the laws requiring segregation on buses, Negroes and whites rode the buses as equals. During these days of boycott, King was arrested, his home was bombed, he was subjected to personal abuse, but at the same time he emerged as a Negro leader of the first rank. In 1957 he was elected president of the Southern Christian Leadership Conference, an organization formed to provide new leadership for the now burgeoning civil rights movement.

The ideals for this organization he took from Christianity; its operational techniques from Gandhi. In the eleven-year period between 1957 and 1968, King traveled over six million miles and spoke over twenty-five hundred times, appearing wherever there was injustice, protest, and action; and meanwhile he wrote five books as well as numerous articles.

In these years, he led a massive protest in Birmingham, Alabama, that caught the attention of the entire world, providing what he called a coalition of conscience. and inspiring his "Letter from a Birmingham Jail", a manifesto of the Negro revolution; he planned the drives in Alabama for the registration of Negroes as voters; he directed the peaceful march on Washington, D.C., of 250,000 people to whom he delivered his address, "l Have a Dream", he conferred with President John F. Kennedy and campaigned for President Lyndon B. Johnson; he was arrested upwards of twenty times and assaulted at least four times; he was awarded five honorary degrees; was named Man of the Year by Time magazine in 1963; and became not only the symbolic leader of American blacks but also a world figure.

At the age of thirty-five, Martin Luther King, Jr., was the youngest man to have received the Nobel Peace Prize. When notified of his selection, he announced that he would turn over the prize money of $54,123 to the furtherance of the civil rights movement. On the evening of April 4, 1968, while standing on the balcony of his motel room in Memphis, Tennessee, where he was to lead a protest march in sympathy with striking garbage workers of that city, he was assassinated.



Source:www.youtube.com


(**)

                      I Have A Dream Speech


       I am happy to join with you today in what will go down in history as the greatest           demonstration for freedom in the history of our nation.

Five score years ago, a great American, in whose symbolic shadow we stand today, signed the Emancipation Proclamation. This momentous decree came as a great beacon light of hope to millions of Negro slaves who had been seared in the flames of withering injustice. It came as a joyous daybreak to end the long night of their captivity.
But one hundred years later, the Negro still is not free. One hundred years later, the life of the Negro is still sadly crippled by the manacles of segregation and the chains of discrimination. One hundred years later, the Negro lives on a lonely island of poverty in the midst of a vast ocean of material prosperity. One hundred years later, the Negro is still languishing in the corners of American society and finds himself an exile in his own land. So we have come here today to dramatize a shameful condition.
In a sense we have come to our nation’s capital to cash a check. When the architects of our republic wrote the magnificent words of the Constitution and the Declaration of Independence, they were signing a promissory note to which every American was to fall heir. This note was a promise that all men, yes, black men as well as white men, would be guaranteed the unalienable rights of life, liberty, and the pursuit of happiness.
It is obvious today that America has defaulted on this promissory note insofar as her citizens of color are concerned. Instead of honoring this sacred obligation, America has given the Negro people a bad check, a check which has come back marked “insufficient funds.” But we refuse to believe that the bank of justice is bankrupt. We refuse to believe that there are insufficient funds in the great vaults of opportunity of this nation. So we have come to cash this check — a check that will give us upon demand the riches of freedom and the security of justice. We have also come to this hallowed spot to remind America of the fierce urgency of now. This is no time to engage in the luxury of cooling off or to take the tranquilizing drug of gradualism. Now is the time to make real the promises of democracy. Now is the time to rise from the dark and desolate valley of segregation to the sunlit path of racial justice. Now is the time to lift our nation from the quick sands of racial injustice to the solid rock of brotherhood. Now is the time to make justice a reality for all of God’s children.
It would be fatal for the nation to overlook the urgency of the moment. This sweltering summer of the Negro’s legitimate discontent will not pass until there is an invigorating autumn of freedom and equality. Nineteen sixty-three is not an end, but a beginning. Those who hope that the Negro needed to blow off steam and will now be content will have a rude awakening if the nation returns to business as usual. There will be neither rest nor tranquility in America until the Negro is granted his citizenship rights. The whirlwinds of revolt will continue to shake the foundations of our nation until the bright day of justice emerges.
But there is something that I must say to my people who stand on the warm threshold which leads into the palace of justice. In the process of gaining our rightful place we must not be guilty of wrongful deeds. Let us not seek to satisfy our thirst for freedom by drinking from the cup of bitterness and hatred.
We must forever conduct our struggle on the high plane of dignity and discipline. We must not allow our creative protest to degenerate into physical violence. Again and again we must rise to the majestic heights of meeting physical force with soul force. The marvelous new militancy which has engulfed the Negro community must not lead us to a distrust of all white people, for many of our white brothers, as evidenced by their presence here today, have come to realize that their destiny is tied up with our destiny. They have come to realize that their freedom is inextricably bound to our freedom. We cannot walk alone.
As we walk, we must make the pledge that we shall always march ahead. We cannot turn back. There are those who are asking the devotees of civil rights, “When will you be satisfied?” We can never be satisfied as long as the Negro is the victim of the unspeakable horrors of police brutality. We can never be satisfied, as long as our bodies, heavy with the fatigue of travel, cannot gain lodging in the motels of the highways and the hotels of the cities. We cannot be satisfied as long as the Negro’s basic mobility is from a smaller ghetto to a larger one. We can never be satisfied as long as our children are stripped of their selfhood and robbed of their dignity by signs stating “For Whites Only”. We cannot be satisfied as long as a Negro in Mississippi cannot vote and a Negro in New York believes he has nothing for which to vote. No, no, we are not satisfied, and we will not be satisfied until justice rolls down like waters and righteousness like a mighty stream.
I am not unmindful that some of you have come here out of great trials and tribulations. Some of you have come fresh from narrow jail cells. Some of you have come from areas where your quest for freedom left you battered by the storms of persecution and staggered by the winds of police brutality. You have been the veterans of creative suffering. Continue to work with the faith that unearned suffering is redemptive.
Go back to Mississippi, go back to Alabama, go back to South Carolina, go back to Georgia, go back to Louisiana, go back to the slums and ghettos of our northern cities, knowing that somehow this situation can and will be changed. Let us not wallow in the valley of despair.
I say to you today, my friends, so even though we face the difficulties of today and tomorrow, I still have a dream. It is a dream deeply rooted in the American dream.
I have a dream that one day this nation will rise up and live out the true meaning of its creed: “We hold these truths to be self-evident: that all men are created equal.”
I have a dream that one day on the red hills of Georgia the sons of former slaves and the sons of former slave owners will be able to sit down together at the table of brotherhood.
I have a dream that one day even the state of Mississippi, a state sweltering with the heat of injustice, sweltering with the heat of oppression, will be transformed into an oasis of freedom and justice.
I have a dream that my four little children will one day live in a nation where they will not be judged by the color of their skin but by the content of their character.
I have a dream today.
I have a dream that one day, down in Alabama, with its vicious racists, with its governor having his lips dripping with the words of interposition and nullification; one day right there in Alabama, little black boys and black girls will be able to join hands with little white boys and white girls as sisters and brothers.
I have a dream today.
I have a dream that one day every valley shall be exalted, every hill and mountain shall be made low, the rough places will be made plain, and the crooked places will be made straight, and the glory of the Lord shall be revealed, and all flesh shall see it together.
This is our hope. This is the faith that I go back to the South with. With this faith we will be able to hew out of the mountain of despair a stone of hope. With this faith we will be able to transform the jangling discords of our nation into a beautiful symphony of brotherhood. With this faith we will be able to work together, to pray together, to struggle together, to go to jail together, to stand up for freedom together, knowing that we will be free one day.
This will be the day when all of God’s children will be able to sing with a new meaning, “My country, ‘tis of thee, sweet land of liberty, of thee I sing. Land where my fathers died, land of the pilgrim’s pride, from every mountainside, let freedom ring.”
And if America is to be a great nation this must become true. So let freedom ring from the prodigious hilltops of New Hampshire. Let freedom ring from the mighty mountains of New York. Let freedom ring from the heightening Alleghenies of Pennsylvania!
Let freedom ring from the snowcapped Rockies of Colorado!
Let freedom ring from the curvaceous slopes of California!
But not only that; let freedom ring from Stone Mountain of Georgia!
Let freedom ring from Lookout Mountain of Tennessee!
Let freedom ring from every hill and molehill of Mississippi. From every mountainside, let freedom ring.
And when this happens, when we allow freedom to ring, when we let it ring from every village and every hamlet, from every state and every city, we will be able to speed up that day when all of God’s children, black men and white men, Jews and Gentiles, Protestants and Catholics, will be able to join hands and sing in the words of the old Negro spiritual, “Free at last! free at last! thank God Almighty, we are free at last!”

Source: https://www.huffingtonpost.com/2011/01/17/i-have-a-dream-speech-text_n_809993.html

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